“Todo aprendizaje
tiene una base emocional”. Platón.
El modelo de
aprendizaje esencial para la supervivencia de cualquier especie y fundamental
para el hombre, en sus primeros años de vida, se basa, sobre todo, en la
repetición de asociaciones
entre conductas y resultados. Para modelar su conducta, los adultos utilizan la recompensa-castigo,
pero la complejidad del hombre ha desequilibrado este
sistema de estímulo-respuesta, provocando que disciplinas como la psicología o
la neurociencia dirijan su interés hacia lo que nos provoca conflicto (el cambio) y
su catalizador (las emociones).
Tenemos dos mentes, una que
piensa y otra que siente y las dos interactúan para construir la vida mental.
El cerebro está dividido en dos partes,
necesarias y esenciales. Una se encarga de los pensamientos y otra de los
sentimientos, ambas están conectadas e interactúan. Nuestro ser racional se
encarga del entendimiento y la comprensión y se basa en el conocimiento. La
emocional en cambio se rige por sentimientos e impulsos, dejando atrás lo
racional.
Nuestro cerebro
cuenta con dos amígdalas. En ellas hemos guardado memorias y
experiencias de nuestras emociones. Sin ellas, por ejemplo, no tendríamos recuerdos
de lo que nos gusta o enfada. También ellas son las encargadas de mandar una
reacción “impulso” cuando toman control de la situación, silenciando a la mente
racional.
Hasta llegar a la
inteligencia emocional (en adelante IE) podemos mencionar a E. Thorndike quien
describió el concepto de “inteligencia social” como la capacidad de llevarse
bien con otros. Posteriormente D. Wechsler sugirió que los componentes
afectivos de la inteligencia pueden ser esenciales para el éxito en la vida.
Luego A. Maslow describe cómo la gente puede construir su fuerza emocional. H.
Gardner publica “La mente rota”, e introduce el concepto de Inteligencias
Múltiples. W. Payne introduce el término IE en su tesis doctoral. Por ultimo los
psicólogos P. Salovey y J. Mayer son los principales investigadores de la IE.
Pero quien popularizó el concepto fue D. Goleman con su libro “La Inteligencia Emocional”.
En él dice que en la prehistoria las funciones de supervivencia eran primitivas
y se basaban en respuestas simples para mantener la vida, por ello la zona del
tallo encefálico (zona cerebral más primitiva) es la encargada de regular
funciones como la respiración, digestión y temperatura corporal. Con el paso
generacional, fuimos aprendiendo nuevas maneras de relacionarnos y el sistema
límbico (el que regula la conducta emocional) sufrió una enorme evolución, por
otra parte el complejo sistema nervioso del hombre, está lleno de conexiones y
tiene una zona específica destinada a gestionar los pensamientos de manera
consciente.
- La IE es un constructo
que nos ayuda a entender cómo podemos influir de modo adaptativo e inteligente sobre
nuestras emociones, y las de los demás.
- Es la capacidad de
entender, comprender y manejar las emociones propias y ajenas, y gestionar los
sentimientos.
- Es
un conjunto de habilidades que permiten reconocer, identificar, apreciar y
manejar de manera equilibrada nuestras emociones y las de los demás, utilizando
la información para crear un comportamiento
correcto y adaptado a los objetivos propuestos.
- D. Goleman la define
como la capacidad personal de manejar los sentimientos y expresarse de manera
adecuada y efectiva. Es el conjunto de habilidades que
permiten mayor adaptabilidad de la persona a los cambios. La emoción
tiene mucha carga energética, y provoca una acción o respuesta. Habitualmente,
ante determinadas emociones, nuestra respuesta suele ser automática (una
reacción ante un estímulo). La IE dice que es posible responder en lugar de
reaccionar, introduciendo el concepto de gestión de la respuesta ante un estímulo. Ante una
emoción en primer lugar, nos damos una explicación de lo que ha pasado
(pensamiento) e inmediatamente tenemos una reacción fisiológica (emoción).
Las
emociones están relacionadas con los
sentimientos de nuestro interior y pueden ser evocados por pensamientos o
situaciones pasadas. Surgen de manera espontánea y pueden o no manifestarse
externamente a través de nuestras conductas, decisiones, acciones, actitudes,
gestos, etc. Aun cuando no podemos controlar su aparición interior, sí se puede
lograr la capacidad de manejarlas de forma adecuada para que no ocasionen
daños.
Los cuatro factores de
la IE
1. Percibir las
emociones con precisión. Cuando nos
enfadamos, discutimos o recibimos un elogio o cariño, dedicaremos algún segundo a analizar los sentimientos y emociones.
Debemos pensar de dónde vienen y cuáles son. Al reconocerlos, en algunas
situaciones podremos manejarlos y minimizar su impacto en nuestra
conducta y estado de ánimo, e influir en
nuestra salud favorablemente, sobre todo los que son negativos
y nos afectan, al asimilar bien las emociones
perturbadoras. Escuchar
a alguien no significa solo escuchar lo que dice, sino también lo que su cuerpo
manifiesta (el lenguaje corporal y las expresiones faciales).
Observa gestos, miradas, expresiones, hasta manías, pues el cuerpo tiene
mecanismo que se presentan frente alguna emoción:
- Cruzarse
de brazos indica fastidio.
- Comerse
las uñas implica ansiedad.
- El
rubor es característica del enojo o de la vergüenza.
Aprender a
reconocer las emociones para algunos puede no resultar sencillo. Para lograrlo
se puede practicar un ejercicio diario en el cual tomes una pausa y pienses por
un momento cómo te sientes y cómo te has sentido a lo largo del día.
2. Razonar con las
emociones, para promover el pensamiento y la actividad cognitiva. Las emociones
ayudan a priorizar lo que es prioritario prestar atención, y reaccionar,
respondiendo emocionalmente a las cosas que captan nuestra atención.
3. Comprender las
emociones, ya que pueden tener muchos significados. Si alguien está
expresando emociones de ira, el observador debe interpretar la causa de su ira
y lo que podría significar. Muchas veces un pensamiento
negativo desemboca en emociones negativas y esto, a su vez, en actos que podemos llegar a lamentar luego. Por lo
tanto, es conveniente asegurarnos de nuestros pensamientos y no intentar
inferir o adivinar los sentimientos o emociones de los demás.
4. Gestionar las
emociones con eficacia. Responder de manera apropiada, y saber cómo y cuándo
responder a las emociones de los demás, son aspectos importantes, y fundamentales
para la vida social. Las emociones afectan a nuestra atención y rendimiento. Las
emociones negativas fuertes, absorben toda la atención del individuo, y
obstaculizan cualquier intento de atender a otra cosa. Las acciones
están dominadas por los pensamientos, los cuales pueden surgir de forma
inconsciente si no sabemos reconocerlos, pero si los reconoces, podrás
modificar tus pensamientos y lograr controlar las emociones. Gestionar
nuestras emociones de forma inteligente nos ayuda a evitar sentimientos tóxicos.
Practica
la meditación, pues si aprendes a manejar la
respiración ante situaciones de estrés, tu cerebro no producirá cortisol (hormona que se produce cuando
el cerebro no está oxigenado).
Ten
tu diario emocional. Escribe lo que sientes, para comprenderte (los
escáneres cerebrales han demostrado que escribir tus emociones en una libreta
reduce la actividad de la amígdala, responsable de la intensidad emocional).
Antes de ir a dormir, puedes intentar apuntar tus emociones de forma que te
vuelvas más consciente de ellas.
Expresa
tus emociones de forma asertiva. La fórmula
general es: “Me
siento (emoción) cuando hago (conducta) en la situación (X)”. Pero,
no olvides tener en cuenta los siguientes puntos:
Define
concretamente la emoción, y exprésala en primera persona.
Comunica la conducta
que te provoca esa emoción, no las intenciones. No juzgues, pues la
emoción es el reflejo de una situación, por ello, es importante buscar el por
qué. Tener
IE implica no moralizar las emociones, pues estas no son buenas ni malas, tan
solo son indicadores que ayudan a ver qué hay detrás:
- El
miedo implica una falta de recursos ante una situación.
- La
ira surge de la vulneración de derechos o necesidades, y te pone a la defensiva
o al ataque.
- La
tristeza indica la pérdida de algo valioso para ti y te prepara para superar
esa ausencia.
- La
alegría surge de situaciones que te resultan agradables.
Termina
expresando lo que necesitas. Evita usar frases que empiecen por “Tú” y
continúen con un juicio o acusación.
Además de reconocerlas,
hay que conectar con ellas, aceptándolas y permitiendo que se canalicen de
manera adecuada. Si, por ejemplo, reconoces la rabia en un momento dado, no la
niegues o reprimas, busca una forma saludable de expresarla sin hacer daño. Las
emociones no deben rechazarse, ya que son vitales para el día a día. Son
innatas y forman parte del sistema nervioso. De hecho, hay
emociones que ya provocan una respuesta biológica dada y aprendida (varían
según cultura o normas sociales). Por ejemplo, cuando sentimos vergüenza o
rubor, nos sube la sangre y el color a la cara. Ante el miedo el cuerpo se
paraliza.
Comprende qué tipo de emoción
sientes, ya que muchas veces el cerebro colapsa y confunde una emoción con otra
llegando al punto de sentir rabia cuando realmente queremos llorar y nos
sentimos tristes. Existen
4 emociones básicas de las cuales surgen todas las demás (alegría, tristeza,
ira, miedo), si identificas la emoción que motiva tus acciones, entenderás realmente
qué está pasando. Muchas veces pensamos que apagar nuestras emociones es lo
mejor para protegernos, sin embargo, los resultados de reprimir las emociones, son todo lo contrario al
bienestar. La IE implica escucharte, pues solo eso te dará la
capacidad de conocerte mejor. Ante alguna situación, párate un segundo y piensa
cuál es la emoción que te motiva a actuar. Poco a poco, irás entendiendo de
dónde parten tus emociones y mientras más consciente seas de ellas, tus
acciones dejarán de ser impulsivas.
Las cinco
habilidades o componentes claves de la IE.
1.
Autoconocimiento o autoconciencia emocional. Es la capacidad de
comprender nuestros estados de ánimo, y las emociones de los demás. Es tener un profundo entendimiento de nuestras
emociones y de los impulsos que las provocan para reaccionar ante ellos
de manera positiva. Si quiero cambiar algo, primero tengo
que saber qué es lo que hago. No importa cuál sea la situación, siempre podemos
elegir cómo reaccionamos ante ella, y siempre con humildad. Es interesante
saber recoger los comentarios de personas que se muestran honestas con nosotros
y cuyas ideas valoramos. Es importante reconocer la manera en que nuestro
estado anímico afecta al comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y cuáles
nuestras debilidades. Si estamos muy alegres, excitados, tristes o
melancólicos, debemos esperar unas horas, o días, hasta que volvamos a tener un
estado mental relajado y sereno, con el que será más sencillo tomar decisiones
mucho más racionales. Conocerse
a sí mismo permite darse cuenta de cuando uno está siendo arrastrado por un
sentimiento (fortaleza – debilidad).
- Detecta
en qué situaciones surgen sentimientos y emociones en tu ámbito laboral.
- Analiza
y observa tu proceso interno de manera que puedas detectar si son positivas o
negativas.
- Visualiza
cómo te comportas hacia el exterior cuando alguna de estas emociones se hace
presente en tu interior.
- Controla y
regula los impulsos, la ansiedad, y los estados de ánimo.
- Se optimista
ante las frustraciones.
2.
Autorregulación o autocontrol emocional. Implica
ser capaz de reflexionar y dominar nuestras emociones, para no dejarnos llevar
por ellas, y que no sean éstas quienes nos gobiernen, es decir, expresarlas de
forma saludable y no tomar decisiones impulsivas. Es la
habilidad para controlar las conductas basadas en impulsos emocionales y así,
adaptarnos mejor a la dinámica social. Saber lo que uno siente en un momento
dado y comprender el impacto que esos estados de ánimo tienen. Los
buenos líderes se regulan a sí mismos y no atacan verbalmente a los demás, ni toman
decisiones rápidas ni emocionales, ni estereotipan a las personas o comprometen
sus valores. Controla
las emociones que generan
negatividad (ansiedad, tristeza, ira, etc.), no para reprimirlas, sino para
encontrar el equilibrio y no ser prisionero de ellas. Las personas
con un buen nivel de autorregulación tienden a ser flexibles y adaptarse bien a
los cambios, son buenas en la gestión de conflictos y la difusión de
situaciones tensas o difíciles. Si bien no podemos evitar que algo nos moleste, sí podemos controlar la
manera de manifestar nuestro desagrado, sin herir. Buena parte de la
regulación emocional consiste en ser templados a la hora de reaccionar
ante situaciones. Una persona que logra tener una
autorregulación emocional, no se abruma con sus sentimientos, y se expresa con
moderación y control.
3.
Automotivación. Es una capacidad típica de las
personas altamente productivas e implica el ser capaz de postergar una
gratificación inmediata en pro de alcanzar resultados más satisfactorios, a
largo plazo. La motivación es un impulso que da enfoque y dirección, de manera que
se es más cuidadoso y menos errático en cada paso. Es la capacidad
de orientar nuestras energías hacia una meta u objetivo y perseverar frente a
los obstáculos. Cada vez que nos enfrentemos a un desafío o un
fracaso tenemos que intentar extraer algo positivo de la situación. El optimismo es un
requisito imprescindible para alcanzar metas. Enfocar las emociones
hacia objetivos y metas nos permite mantener la motivación y establecer nuestra
atención en las metas en vez de en los obstáculos.
4. Empatía
o reconocimiento de las emociones de los demás. Es la cualidad
de entender y vivir como propios los estados emocionales de otros para así entender sus sentimientos y motivaciones sin asumirlos
como propios. Ser empático permite entender la dinámica de poder que a menudo influyen
en las relaciones sociales, especialmente en el trabajo. Se fundamentan en la
correcta interpretación de las señales que los demás expresan de forma
inconsciente, y que a menudo emiten de forma no verbal (gesto, reacción
fisiológica, tic…) y nos ayudan a establecer vínculos más estrechos
y duraderos con los demás. Una persona que
desarrolla la empatía sabe en qué momento es óptimo proponer nuevas ideas. Siempre sé agradecido dejando atrás la negatividad y enfocándote
en los buenos aspectos.
Analiza y cuida tus palabras.
Recuerda que algunos comentarios pueden ser negativos. Para escucharte debes
tener confianza en ti mismo, teniendo un buen uso de las palabras. Aunque estés
en desacuerdo, no utilices la crítica como único medio para solucionar, mejor
apuesta por una actitud empática. Trata de ponerte en el lugar de otro y ve por
lo que puede estar pasando. Mira directamente a los ojos para abrir la puerta
de la empatía.
5.
Habilidades sociales o relaciones interpersonales. Tener
habilidades sociales significa llevar un estilo de comunicación asertivo, por
medio del cual se puedan establecer vínculos adecuados y resolver conflictos
siempre en el marco de una actitud respetuosa. Es la tendencia a dar
siempre la respuesta más adecuada a las demandas sociales del entorno. Como
comunicarse eficazmente, influir, persuadir y gestionar conflictos de forma
diplomática. Estar abierto a escuchar malas y buenas noticias, siendo capaz de
interactuar correctamente con quienes nos rodean, independientemente del lugar
y la situación. En los entornos profesionales, las personas con buenas
habilidades sociales son capaces de construir buenas relaciones y conexiones
con los compañeros de trabajo, saben desarrollar una fuerte relación con jefes,
iguales y subordinados. Y esto pasa por saber
tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o
cercanas, pero también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones.
Saber manejar los sentimientos
negativos como la depresión, el estrés o inclusive la ansiedad es parte de esta
habilidad, e impide responder de forma impulsiva, evitar las
discusiones innecesarias, y desarrollar el respeto de quienes nos rodean.
Valorar el trabajo y esfuerzo
de otras personas no solo es tener empatía sino entender la importancia de los
vínculos sociales.
Dejar fluir las emociones, y no
reprimirlas o ignorarlas, sin necesidad de buscar otros mecanismos como tomar
alcohol o consumir estupefacientes. Por ende, están menos propensos a sentirse
frustrados, tristes o deprimidos.
Tener seguridad y confianza en
sí mismo para lograr todo lo que se proponga. Además, no siente complejos de
ningún tipo, ni de comentarios externos. Equivocarse es de humanos, y quienes
comprenden que fallaron, tendrán la capacidad de personarse a sí mismos,
tomando en cuenta que todo es un aprendizaje y sacando lo positivo del hecho.
No toman decisiones sin tener
una base sólida. Existen dos tipos de IE (Intrapersonal:
Capacidad de formar un modelo realista y preciso de uno mismo. Interpersonal:
Capacidad de comprender a los demás; qué los motiva, cómo operan, cómo
relacionarse adecuadamente. Cómo reconocer y reaccionar ante el humor, el
temperamento y las emociones de los otros. Asociada a la empatía y la capacidad
de entender cómo sienten y piensan los otros), ambas buscan posturas
sólidas para formar una idea. Es decir, estas personas siempre están dispuestas
a aceptar la opinión de terceros, sin embargo, exigen no tomar decisiones a la
ligera, ni usan ideas con poca información.
La autocrítica no
debe confundirse con culpabilizarse, por el contrario, es poder reconocer las
debilidades y errores cometidos asumiéndolos con responsabilidad. Esto permite
generar cambios internos que se manifestarán en la conducta externa mejorando
cada vez más en las distintas áreas de su vida.
Las personas con IE se caracteriza por:
- Demostrar empatía. Elogia
a los demás. Proporciona comentarios útiles. Se disculpa. Perdona y olvida. Cumple
sus compromisos. Ayuda a los demás.
- Pensar en los
sentimientos con la reflexión.
- Hacer una simple pausa
para pensar antes de hablar o actuar.
- Esforzarse en
controlar sus pensamientos, y aunque no tiene mucho control sobre la emoción controla
su reacción a esas emociones centrándose en sus pensamientos.
- Estar en constante
aprendizaje, y canalizar las criticas como algo positivo y una oportunidad para
aprender, incluso cuando no tiene fundamento, te da una pista sobre cómo
piensan los demás.
- Mejorar el
entendimiento de las experiencias negativas, manejar el estrés, la ansiedad y la depresión, y favorecer las relaciones
interpersonales.
- Las personas que
logran sus metas siempre tienen presente el objetivo de sus acciones. Este
punto no sólo se aplica al trabajo, sino también a la vida misma. Tener siempre presente cuál
es el fin último de todos tus esfuerzos te permitirá seguir adelante incluso en
la adversidad.
- Elimina
las relaciones tóxicas. Los buenos
negocios se alimentan de la buena energía. Las personas tóxicas y
negativas pueden destruir una buena relación laboral. Así como también los
clientes, pues hay clientes tóxicos que
pueden traerte más problemas que ganancias.