Desde que
el hombre existe, todo lo que fue, es y será, por el mero hecho de existir, tiene
su propio valor.
Los valores
están presentes en todo momento y lugar, pues el hombre siempre está valorando,
las cosas o situaciones que imagina, o hace frente. Un simple objeto, cosa o persona,
tiene uno o varios valores, ya que algo puede ser útil, además de bonito o feo.
El criterio para darles valor, es subjetivo, el valor no cambia, son las personas
quienes en unas épocas dan importancia a un determinado valor y en otras varían
o desaparecen.
Las cualidades personales, virtudes,
y habilidades, son términos interrelacionados entre sí y forman parte del ser humano,
pues son características definitorias de algo o de alguien. Los términos cualidades
y virtudes se utilizan indistintamente. Una cualidad se identifica con cada uno
de los caracteres, naturales o adquiridos, que distinguen a las personas, y se relaciona
con el modo de ser, desde un punto de vista positivo. La virtud es la eficacia para
mantener o restablecer un modo de actuar basado en unos principios y valores. La
habilidad se considera una destreza en el modo de proceder.
El valor es
la convicción que tiene cada ser humano de que algo es bueno o malo, o de que algo
conviene o no.
Todo lo que
uno considera importante se relaciona con sus valores individuales, y guía su conducta.
El valor en el plano:
- Humanista, es lo que hace que un hombre sea hombre, y así, se considera valor
decir la verdad o ser honesto.
- Socio-educativo, son referentes, pautas o guías que orientan la conducta y la
vida de cada individuo y grupo social.
- Realista es real y, por tanto, valores y bienes son una misma cosa.
- Idealista es ideal y objetivo, vale con independencia de las cosas y estimaciones
personales, por lo que, aunque todos fuésemos injustos, la justicia seguiría teniendo
valor.
De posturas
tan diferentes, surge el debate entre los términos valor y valoración. La argumentación
se basa en que los valores no existen, lo que existen son valoraciones. Nada es
valioso por sí mismo, sino en la medida en que el hombre le atribuye un valor.
La ley establece
lo elemental para asegurar una convivencia mediocre, pero los valores van a la raíz
del ser, y cambian a una persona, familia o nación. Pero para que un valor se considere
tal, además de ser absoluto (no está ceñido a ningún hecho social, histórico, biológico
o individual: bondad), inagotable (no hay, ni ha habido quien agote: nobleza), y
objetivo (se da en las personas o cosas, se les conozca o no, aunque su valoración
es subjetiva), tiene que poseer:
- Dinamismo y durabilidad. Se trasforman con los tiempos y unos son más permanentes
que otros.
- Integralidad. Son abstractos y se aferran y toman significado en el pensamiento
y la mente.
- Flexibilidad. Cambian con las necesidades y experiencias personales.
- Polaridad. Su práctica desarrolla la humanidad personal, mientras que el contravalor
la despoja de ella.
- Jerarquía. Los hay superiores (dignidad), e inferiores (relacionados con las
necesidades básicas), pero no son rígidos.
- Trascendencia. Dan sentido y significado a la vida, y se difunden por lo que
son, y no por lo que se opine de ellos.
- Complejidad. Obedecen a causas diversas y requieren juicios y decisiones.
- Independencia e inmutabilidad. Son lo que son y no cambian.
- Aplicabilidad. Se práctica con las acciones y reflejan los principios de las
personas.
Clasificación. La más común discrimina valores lógicos (verdadero), éticos (cualidad específica)
y estéticos (literarios). Otras diferencian entre objetivos y subjetivos; inferiores
(económicos y afectivos), intermedios (intelectuales y estéticos) y superiores (morales
y espirituales); agradables y desagradables; vitales, religiosos o trascendentales,
pero sea cual sea su autor y clasificación, todas engloban la categoría de valor
ético y moral, y se refieren a las aspiraciones humanas, que se pueden clasificar
en necesidades:
- Primarias, las fisiológicas que todo ser humano tiene que satisfacer.
- De seguridad, o el temor a ser relegado por los demás.
- Social, cuando el núcleo familiar ya no es suficiente para el desarrollo personal
y tendemos a formar nuevos grupos.
- De autorrealización, para encontrar un sentido a la vida o luchar por un ideal.
El valor
moral, es todo lo que lleva al hombre a crecer en su dignidad de persona y hacerlo
más humano. Se puede tener buena o mala salud, más o menos cultura, pero esto no
afecta directamente al ser hombre, sin embargo, mentir, usar la violencia o defraudar,
lo deshumanizan. Los valores morales surgen, sobre todo, por influjo del seno familiar,
y la relación con personas significativas (amigos, maestros). Hay que cuidar el
modelo y ejemplo que se dé al niño, pues, se explica lo que se sabe, pero se enseña
lo que se es.
Los valores
infrahumanos, son los que perfeccionan al hombre en aspectos inferiores, y que comparte
con los animales, como el placer, la fuerza, la agilidad, la salud…
Los valores
inframorales, son los exclusivos del hombre, como la riqueza, éxito, arte, prosperidad,
prestigio, autoridad...
Los valores
instrumentales o extrínsecos, son comportamientos alternativos con los que conseguimos
los fines deseados.
Los valores
terminales, son las metas que al individuo le gustaría conseguir a lo largo de su
vida.
La conciencia
moral está integrada por un elemento intelectual (que juzga, aprueba o desaprueba
el acto), un elemento afectivo (responde de los sentimientos a ese acto) y otro
volitivo (que tiene una tendencia natural al bien). La podemos clasificar como:
- Verdadera, cuando dictamina objetivamente lo que es bueno o malo, y errónea
si no puede hacerlo.
- Cierta, si el juicio es firme y seguro, probable si hay otras alternativas,
y dudosa si el juicio moral se suspende ante la duda.
- Perpleja, cuando existe colisión de deberes.
- Justa, cuando se juzga de manera adecuada el acto moral.
Los actos
humanos, son conscientes, libres, y originados en la inteligencia y la voluntad.
Son el objeto material de la ética y los que pueden ser juzgados como buenos o malos
desde el punto de vista moral. Los actos del hombre, carecen de conciencia, o de
libertad, o de ambas (la digestión). Sólo pertenecen al hombre porque él los ha
ejecutado, pero no son humanos porque su origen no está en el hombre en cuanto a
hombre, sino en cuanto a animal, y por tanto son actos amorales.
Valores
El primero
de los valores es la vida, de la que emana la dignidad del ser humano, y de esta
y la vida se desprenden otros, como la libertad, justicia, respeto, salud… que son
positivos y crean un valor antagónico o contravalor. Algunos son:
Alegría. Toda persona es capaz de irradiarla, y su fuente más común, profunda y grande
es el amor. El entusiasmo surge de la alegría interior y el optimismo
frente a los proyectos, tareas y actividades pendientes. Influye positivamente en
el ambiente circundante, pues contagia de buen ánimo a las personas.
Amistad. Relación afectiva entre dos o más personas. Relacionada con la afinidad,
confianza, lealtad y reciprocidad.
Amor. Sentimiento relacionado con el afecto y el apego, que todos necesitamos, y
que todos podemos dar.
Bondad. Es la cualidad
de hacer el bien, especialmente si es en función del bienestar de otros. La persona
bondadosa tiene una propensión natural para ejecutar actos nobles. Esta muy relacionada con la generosidad
o capacidad de compartir lo que se tiene con otros de forma desinteresada, ya sean
recursos materiales, tiempo propio o conocimientos.
Comprensión es la capacidad
de percibir, entender y valorar el punto de vista de los otros, sus circunstancias
o posibilidades antes de emitir un juicio. Es fundamental a la hora de brindar una
retroalimentación. La severidad es juzgar a los demás de manera rígida, haciendo
prevalecer el cumplimiento de las normas por encima de los procesos humanos. Quienes
así actúan, intimidan a las personas, minan su autoconfianza y atentan contra los
procesos de aprendizaje y adaptación.
Decencia. El valor que nos recuerda la importancia de vivir y comportarse dignamente
en todo lugar.
Decisión. Es elegir entre lo que consideramos correcto o no. Nos impide tomar decisiones:
- La falta de confianza, inseguridad, y miedo a lo desconocido. Hay que distinguir
una decisión (que hacen frente a los motivos), de un problema (son motivos que hemos
de identificar).
- No esforzarse por conocer el mayor número posible de alternativas y soluciones
ante una situación.
- La impaciencia e impulsividad, que hacen que decidamos de forma precipitada
e irreflexiva.
Aunque tomar
una buena decisión, es la mejor forma de lograr un buen resultado, no siempre es
así. Se aconseja seguir las pautas:
- Definir claramente la cuestión a decidir, es decir saber qué decisión hay que
tomar y la importancia de tomarla.
- Someter cada decisión a un análisis y reflexión suficientes, y considerar las
consecuencias de tomar una u otra decisión.
- Tener muy claro que resultados se quieren conseguir y la probabilidad de alcanzarlos.
- Discriminar entre la información que es o no relevante.
- Tomar siempre las iniciativas, con prudencia y buscando el momento oportuno,
pero sin miedo al fracaso.
Diligencia. Es la rápida respuesta y velocidad en el cumplimiento
de un deber o tarea pendiente (no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy). Se relaciona con la eficiencia, eficacia, orden
y disciplina. La procrastinación es lo opuesto a la diligencia, y es
el hábito adquirido de postergar o posponer la respuesta o solución a las demandas
del día a día, para ocupar el tiempo en cosas insignificantes.
Discreción. Es la cualidad de preservar una información delicada
que puede comprometer a la propia persona o a un tercero. Se relaciona con la prudencia.
Envidia. Es un sentimiento que genera desdicha o tristeza, por
no poder hacer lo que otros hacen o no tener lo que otros poseen, bien sean bienes
materiales o afectivos. Este defecto, además, impide que las personas sean felices
o disfruten de lo que ya tienen o han conseguido con su propio esfuerzo. La persona
envidiosa generalmente descalifica lo que otros tienen porque es su manera de desahogar
el malestar que le produce no tenerlo.
Esfuerzo. Ayuda a conseguir las metas, superar los obstáculos, y resistir y perseverar
para conseguir el objetivo a alcanzar. Muchos padres, con tal de que sus hijos no
sufran intentan evitarles cualquier tipo de contrariedad, y así contribuyen a que
se conviertan en niños con personalidad débil, caprichosos e inconstantes. Si nuestros
hijos se dejaran llevar por lo que les apetece, seguramente ni, ni… y, por consiguiente,
en el futuro, no sabrán enfrentarse solos a las dificultades que se le presenten.
Hay que enseñarles a marcar metas realistas, y hacerles ver que todo supone un esfuerzo,
pero que merece la pena.
Felicidad. El ser feliz es una actitud constante, y el fin propio del hombre. El 10 %
del nivel de felicidad se debe a cuestiones externas (dinero, salud…), el 40 % está
determinado por uno mismo al relacionarla más con lo que se piensa de la vida que
con las situaciones vitales objetivas y el 50 % restante se debe a la genética.
Podemos distinguir tres niveles de felicidad:
La sensible o superficial, es la experiencia de satisfacción y beneplácito a
partir de los sentidos.
La espiritual se obtiene por el correcto funcionamiento de las potencialidades
humanas en un nivel suprasensible, como la inteligencia, la voluntad, el amar, la
libertad, la virtud…
La profunda, proviene del núcleo de identidad personal. Es una felicidad más
refinada que las dos anteriores y sólo se percibe cuando el individuo capta que
su propio núcleo conecta con sus valores, intereses o prioridades.
Fidelidad. Vivirla se traduce en la alegría de compartir con alguien la vida, procurando
la felicidad y la mejora personal de la pareja. La fidelidad o lealtad son dos cualidades
esenciales para la construcción del bien personal y común. Implica actuar con el
otro conforme a la confianza depositada. Lealtad es el sentido de respeto hacia
el sentir propio y ajeno, lo que lleva a la persona a cumplir con los compromisos
que ha asumido consigo mismo o con los demás. Además, la lealtad implica una defensa
de los valores o creencias propios. La deslealtad puede acabar con amistades o relaciones amorosas
y se relaciona con la traición. La persona desleal antepone sus intereses personales
a cualquier compromiso adquirido con sus seres queridos, por lo tanto, hiere sentimientos
y genera malestar. La deslealtad implica el incumplimiento de la palabra, la deshonra
de los compromisos aceptados y la exposición de la honorabilidad. Todo acto de deslealtad
o infidelidad se considera una traición.
Generosidad. Es compartir
lo que se tiene con los demás, evitando la búsqueda del interés o provecho personal.
Lo que se comparte puede ser tangible (dinero…) o intangible (ideas…). Está asociada
a la solidaridad y la empatía. La mezquindad está relacionada con la avaricia y la envidia,
y es uno de los defectos más deshumanizantes. Implica el apego de la persona a sus
posesiones (materiales o espirituales) y el temor a compartirlas con otros. La
avaricia es una debilidad caracterizada por el afán de acumular riquezas. La persona
avara es capaz de hacer cualquier cosa para obtener más de aquello que quiere acumular,
por lo que podría actuar con deshonestidad, irrespeto o soberbia con tal de alcanzar
sus objetivos. La solidaridad nos ayuda a mejorar
la sociedad y no solamente debe vivirse en casos de desastre y emergencia. Ser solidario
es brindar apoyo a alguien en un caso de necesidad, incluso fuera del ámbito del
grupo inmediato. El egoísmo consiste en centrar la atención solo en los propios
intereses, lo que conduce a la falta de solidaridad y a prácticas potencialmente
dañinas contra los demás. La solidaridad está relacionada con la empatía, pero no solo implica ponerse
en el lugar de otro, sino que implica comprometerse en ayudarle, haciendo propias
las necesidades ajenas. La falta de empatía o ecpatía, es la incapacidad de las
personas para ponerse en la situación de los demás. Puede decirse que una persona
así es también un indolente, lo que puede manifestarse como insensibilidad e, incluso,
en incapacidad para interesarse por cualquier cosa, demostrando desapego absoluto.
Con el tiempo, la indiferencia puede generar un comportamiento tiránico. La inflexibilidad puede referirse a
dos cosas no excluyentes entre sí: por un lado, a la incapacidad para adaptarse
a los cambios, y por otro, a la imposición del rigor como un valor absoluto, que
resulta de la incomprensión de las circunstancias que afectan a los otros y a uno
mismo.
Hipocresía. Consiste en fingir sentimientos y valores contrarios
a los propios, a fin de obtener provecho a costa del engaño. Es el ocultamiento
de las verdaderas intenciones. La persona hipócrita puede ejecutar una acción alegando
un propósito, cuando en realidad lo está haciendo con otra motivación. Cuestionarnos
el valor de nuestras verdaderas intenciones y sus posibles consecuencias puede ayudarnos
a dar un paso atrás antes de actuar con hipocresía.
Humildad. El humilde tolera bien las críticas y es capaz de aprovecharlas
en beneficio propio. Es la aceptación de nuestras fortalezas y capacidades,
pero sin hacer alarde de ellas. La soberbia es su contravalor que implica, por un
lado, que la persona se siente superior a los demás, y por el otro, no puede mejorar
ni ayudar a mejorar a otros. La ingratitud aliena a la persona y la deshumaniza.
Las personas ingratas, además de ser soberbias, utilizan a los demás como instrumentos
para su promoción y no dan crédito a sus aportes. La arrogancia está relacionada con la soberbia.
Parte del mismo principio (creerse superior), pero la arrogancia se expresa por
medio de la presunción manifiesta, que busca minimizar al otro y descalificarlo
para mostrar la propia altivez. Ser arrogante conlleva a sentirse superior al resto,
de allí que la persona actúe de manera soberbia, prepotente e irrespetuosa. La falta de perdón es consecuencia del orgullo y la soberbia personal. La persona orgullosa no reconoce sus
errores, tampoco le agrada la idea de pedir disculpas y esto dificulta sus relaciones
con los demás, ya que puede herir sentimientos o resultar ofensivo por su actitud.
Integridad consiste en ser
honesto y transparente en nuestras relaciones con las personas y en nuestras actividades.
La persona íntegra hace prevalecer el bien en toda circunstancia. La corrupción
es lo contrario a la integridad, pues una persona que no antepone el bien común
y los valores en sus relaciones personales y en sus actividades es una persona corrupta
y, en consecuencia, indeseable.
Justicia. Es dar a cada uno lo que le corresponde, aunque no saque nada positivo de
ello y sea la única persona que lo haga.
Laboriosidad. Trabajar es sólo el primer paso, hacerlo bien y cuidando los pequeños detalles
le convierten en valor.
Libertad. Valor que todos reconocemos, pero que pocos sabemos defender, o del cual podemos
abusar.
Motivación es la expresión
genuina de interés y alegría en el desarrollo de proyectos y actividades, especialmente
cuando estos requieren de empeño y disciplina. La apatía es el desinterés, falta de entusiasmo o motivación
para realizar las cosas o participar de alguna activad. La automotivación
tiene que ver con la capacidad de emplazarse a uno mismo a lograr algo, más allá
de los factores externos e internos que puedan afectarnos.
Paciencia. Es aprender
a esperar por alguien o algo. Requiere humildad, atención y fortaleza interior.
Está relacionada con la tolerancia, la disciplina, la flexibilidad y el crecimiento
mutuo. La impaciencia es la incapacidad para esperar el debido tiempo que toma obtener
resultados, y trae como consecuencia el maltrato del otro y el auto maltrato. La intolerancia
es la falta de respeto a las personas, ideas, creencias y experiencias diferentes.
La pluralidad enriquece al haber más elementos para
formar una cultura, sin embargo, podemos llegar al concepto de intolerancia, que
haga imposible la convivencia humana. La tolerancia, sin embargo, no debe ser
confundida con lo políticamente correcto. La tolerancia es la cualidad de respetar
ideas, emociones, maneras de pensar o conductas con las que no se está de acuerdo.
La intolerancia es la incapacidad para aceptar a los demás como son o de aceptar
sus ideas cuando estas son contrarias a las nuestras. Con mucha frecuencia, la intolerancia
se expresa en actitudes abiertamente violentas, por lo que es una fuente constante
de conflicto tanto al nivel privado como público.
Patriotismo. Hace vivir plenamente el compromiso como ciudadano y fomenta el respeto que
debemos a nuestra nación.
Paz. Valor fundamental para las personas, las familias y las naciones.
Proactividad o iniciativa.
Es tomar iniciativas y desarrollarlas, lo que demuestra la creatividad y capacidad
de emprendimiento. Una persona proactiva es una persona con iniciativa.
Con ella se puede confiar en que la persona hará lo necesario ante una necesidad
imperante, sin esperar una situación de emergencia o la orden de un superior.
Es la capacidad de iniciativa que consta en tomar acciones diligentes, necesarias
y oportunas, aunque no hayan sido ordenadas. La reactividad consiste en una actitud
pasiva de las personas que solo hacen aquello que se les manda cuando se les manda,
es decir, que solo reaccionan. La procrastinación es un defecto que consiste en postergar el cumplimiento de
los deberes y tareas. La reactividad es lo contrario a la proactividad. Se refiere
a la conducta de algunas personas que solo actúan cuando es requerido por alguien.
Puntualidad. El valor que se construye por el esfuerzo de estar a tiempo en el lugar adecuado.
En el
ámbito laboral es una cualidad muy apreciada. Expresa disciplina y orden, pero especialmente
expresa respeto por el tiempo de los demás. Implica la consciencia
del valor del tiempo propio y ajeno. La puntualidad es una expresión de organización,
orden y disciplina.
Rencor. Es un contravalor que conlleva al resentimiento por haber
sufrido algún tipo de ofensa o daño moral o físico. Las personas pueden guardar
rencor por mucho tiempo, lo que es perjudicial porque puede generar algún tipo de
acción vengativa, además de ser malo para nuestra salud mental y las relaciones
sociales. La incapacidad para perdonar o ponerse en el lugar del otro genera un
ambiente de represalia y ajuste de cuentas que no permite el crecimiento propio
y que, en casos graves, puede causar daño a terceros.
Respeto. Una persona respetuosa es la que sabe escuchar y ponderar
al otro con consideración, tomando en cuenta su dignidad y valía como persona, independientemente
de su origen o condición. Es la base de la convivencia social
y establece hasta donde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, y dónde comienzan
las del otro. Las leyes y reglamentos establecen las reglas que debemos respetar,
pero el respeto tiene que ver con la autoridad, y también es una forma de reconocimiento,
de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás. Es la consideración
que hacemos de nosotros mismos, de otras personas, y de eventos o circunstancias.
Mostrar respeto implica valorar al otro, por lo que es esencial para la convivencia
social. La amabilidad es la cualidad de ser digno de ser amado o respetado. Las
personas amables dejan su huella porque saben mezclar respeto, afecto, empatía y
generosidad.
Responsabilidad. Es una obligación, moral o legal (la ley hará que se cumpla), de cumplir con
lo que se ha comprometido, y tiene un efecto directo en la confianza. Confiamos
en quienes son responsables, y cuando alguien cae en la irresponsabilidad, dejamos
de confiar en él. La responsabilidad es la capacidad de asumir un compromiso
desde el reconocimiento de las propias capacidades, y asumiendo las consecuencias
que este pueda generar, por ello es importante renunciar a lo que no conviene,
aunque parezca apetecible e interesante. Ser responsable es dar respuesta diligente
y eficaz ante situaciones que demandan solución. Entraña sentido común, compromiso
y solidaridad. La irresponsabilidad es la falta de voluntad para cumplir con una
obligación. El irresponsable busca siempre la forma de excusarse o justificarse. No tiene
la voluntad de hacer una tarea, pero tampoco asume las consecuencias que esto puede
generar. Aunque todos podemos tolerar la
irresponsabilidad de alguien ocasionalmente, no todos toleraremos la irresponsabilidad
de alguien durante mucho tiempo. Para mejor la responsabilidad hemos de:
- Percatarnos de que dependen de nosotros las consecuencias de todo sobre lo que
decidimos.
- Lograr de manera estable y habitual, que nuestros actos correspondan a nuestras
promesas.
- Educar a quienes están a nuestro alrededor a ser responsables, y no tomar el
camino sencillo de dejar pasar las cosas, pues caemos en la irresponsabilidad al
no cumplir nuestro deber de corregir.
Sensibilidad. Es la aptitud
de percibir al otro desde la empatía y un profundo sentido de conexión humana. La
persona sensible puede percibir el mundo de manera subjetiva y tiene una gran capacidad
para detectar los matices emocionales propios y del colectivo.
Serenidad. Nos conserva la calma en medio de las ocupaciones y problemas, mostrándonos
cordiales y amables con los demás. La seriedad implica mostrar respeto
por las personas y por ejecutar las acciones con responsabilidad. La seriedad es
una cualidad valorada en el ámbito empresarial porque implica un conocimiento profundo
de las implicaciones que tienen las decisiones tomadas.
Sinceridad. Debemos vivir para tener amigos y ser dignos de confianza. Ser sincero es
parte fundamental del respeto. La sinceridad debe ser gobernada por la caridad y
la prudencia, lo que quiere decir que habrá momentos para decir las cosas tal como
son y otros en que será más respetuoso callarse. La prudencia es el don de callar, hablar
o actuar solo cuando es necesario, lo que implica un proceso de discernimiento.
Es actuar con moderación, cautela y precaución.
Las personas prudentes son comprensivas y no hacen preguntas impertinentes, ni curiosean
en la vida del otro. La prudencia es la capacidad de pensar y actuar tomando
en cuenta los riesgos que pueden acarrear nuestras palabras o acciones antes de
su ejecución. Por ello, una persona prudente también es discreta. Ambas condiciones
generan confianza y respeto. Los imprudentes suelen ser indiscretos con la información
que manejan y, con frecuencia, son percibidos como irrespetuosos. La indiscreción es un defecto semejante
a la imprudencia. Una persona indiscreta es incapaz de reservar una información
que puede ocasionar problemas de diferente tipo, no solo a terceros sino incluso
a sí mismo.
Sociabilidad. Es el camino para mejorar la capacidad de comunicación y adaptación en los
ambientes más diversos, pues facilita establecer buenas conexiones y relaciones personales
respetuosas y dinámicas. Acompañada del respeto y la determinación personal, la
sociabilidad permite captar la atención de los demás, inspirar su confianza y motivación
y facilitar negociaciones. La timidez es un rasgo de personalidad que dificulta
a la persona la socialización. La afabilidad es el trato amable y cordial, que hace a las personas sentirse
respetadas y queridas. Es una de las cualidades que más efectos positivos genera
en nuestra relación con los demás.
Templanza. Es la capacidad de mantener el dominio propio respecto
de los impulsos, instintos y pasiones que pueden ponernos en peligro o dañar a terceros.
Una de las dimensiones más importantes de la templanza es que nos protege de los
arrebatos de la ira y la rabia. Hay personas que rápidamente despiertan su ira tras
cualquier evento o circunstancia. La ira conlleva a acciones violentas que generan
daño. La persona iracunda puede gritar, ofender, irrespetar e incluso, agredir físicamente
a otros.
Valentía. Es el impulso
para actuar ante situaciones abrumadoras. Implica determinación, fortaleza y confianza.
La determinación es la cualidad de pensar y actuar de manera independiente de un
grupo, siendo coherente con las creencias propias. La determinación implica por
un lado claridad y constancia en los objetivos propuestos, y por otro la capacidad
de tomar decisiones coherentes (la coherencia nos hace ser personas de una
pieza, actuando de acuerdo a nuestros principios), y oportunas. La esperanza es la actitud de confianza en
el futuro, en medio de las circunstancias presentes menos alentadoras. Desesperanza
o pesimismo es la respuesta de una persona que ha perdido toda confianza en el futuro,
ya que la ansiedad domina en ella e impide visualizar el carácter temporal de toda
aflicción. Trae como consecuencia el abandono, el desánimo y la depresión. La confianza en uno mismo es condición indispensable en toda actuación sobresaliente,
pues facilita el proceso de toma de decisiones, lo que influye
en que los conflictos se resuelvan de manera más eficiente. Un exceso de confianza en sí mismo, produce arrogancia, agresividad o prepotencia. La desconfianza es la creencia de que
las demás personas nos van a fallar, o de que las circunstancias no serán favorables
para el logro de un objetivo. Una persona que desconfía de quienes le rodean está
subestimando sus habilidades. Esto puede generar la necesidad de controlar lo que
hacen los demás, generando malestar en el entorno. La
inseguridad nace de la poca confianza en nuestro carácter o en la calidad de nuestros
dones, lo que inhibe la conducta y conduce al aislamiento. Las personas inseguras
tienen mucha dificultad en darse a conocer, lo que trae como consecuencia la incapacidad
para atraer la atención positiva de los demás. Es la sensación de ser vulnerable ante las
circunstancias, por lo tanto, nos resta poder de decisión y de acción ante lo que
sucede. Una persona insegura va a dudar de todo lo que diga y haga, nunca va a estar
satisfecha con los resultados y se enfrentará a los retos con nerviosismo. La
indecisión es una señal de inseguridad y ambivalencia. La cobardía es la falta de valor para
hacerle frente a los retos de la vida. Por lo general, una persona cobarde es también
insegura, ya que duda de sus propias capacidades para resolver una situación. Una
persona cobarde puede evitar asumir una responsabilidad e incluso, puede culpar
a otros de sus errores por temor a enfrentar la realidad.
Venganza. Es una respuesta cargada de violencia que va en contra
de cualquier valor moral o ético. Surge de un sentimiento de humillación, pérdida
o dolor tras haber experimentado un grave acontecimiento. Sin embargo, es una respuesta
negativa que puede llegar a ser destructiva.
Verdad. Vinculada a
la honestidad, implica el tener la veracidad en las palabras y acciones. Da sentido al respeto ante los demás. Se
orienta en la conciencia moral y abarca la confianza de la sociedad, donde todos
nos necesitamos para vivir en verdad. La honestidad es el valor de ser consecuente
con la verdad y la corrección de la conducta. Implica respetar al otro, no engañar
a nadie y mostrar coherencia entre lo que se predica y lo que se hace. La deshonestidad
(corrupción en lo público) es la falta de corrección en la conducta basada en el
engaño. La sinceridad está vinculada con la honestidad, pero si
una persona hace gala de su sinceridad sin prudencia, puede llegar a ser cruel o
inapropiada con los demás.
Para vivir
los valores. Analiza qué valores son la base
de la vida, y organízalos en dos grupos, los que tienes, y los que quieres tener,
y medita sobre los principios, normas y comportamientos para ser o vivir mejor.
Para ello en una hoja, escribe la fecha y traza dos columnas. En la primera, escribe
los fundamentales para ti, sin importar el orden, o si los vives o no. En la segunda
escribe los que aprendiste de niño, los que has aprendido con la vida y los que
has aprendido últimamente pero que no sueles vivir. Luego dibuja un triángulo y
escribe en cada vértice: Mis más (los valores que ya tienes y vives continuamente);
Mis menos (los defectos que tú conoces, y que te impiden vivir mejor los valores);
Lo preferido o lo que quiero ser (los valores que desearías vivir).
Después haz
un plan, con tres apartados: anual, mensual y diario.
En el anual
escribe lo que esperas lograr en un año, los valores concretos que quieres alcanzar
(incluye los que ya vives y los que quieres vivir).
Cada mes tendrás
una actividad, que debes revisar, establecer los valores con su actividad diaria
y reflexionar sobre los resultados. Si un mes no te fue muy bien, no te preocupes,
vuelve a ponerlo en tu plan diario y analiza por qué no pudiste cumplirlo (falta
de tiempo, constancia, olvido…) y establece medios para corregirlo.
En el apartado
por día, escribe: Lo que vivo y debo reforzar; y lo que me falta. Establece una
meta concreta diaria (es mejor hacer una pequeña diaria, que grandes acciones muy
de vez en cuando) de los valores que vas a reforzar y los que quieres vivir. Una
meta concreta diaria puede ser, llamar por teléfono a alguien que llevas meses sin
acodarte, para fortalecer la amistad. Haz un examen diario de diez minutos y reflexiona,
sobre cómo te ha ido el día, si cumples la meta diaria, qué te falta y qué has hecho.
Los valores se educan en la familia y esta debe ser el modelo principal para
los niños. Si se empieza por enseñarles a esforzarse en cosas pequeñas cuando sean
mayores serán capaces de hacerlo con las dificultades que la vida les va a deparar.
Son los padres los que deben propiciar el descubrimiento de valores, y para ello:
- Le haremos ver la cara positiva del esfuerzo. Provocaremos ocasiones en las
que los hijos se tengan que esforzar (comer algo que no le agrade, realizar alguna
tarea de casa que les resulta algo molesta…).
- Les diremos que lo que se empieza hay que terminarlo y que no se deben hacer
chapuzas. Al principio les ayudaremos a ser realistas antes de comenzar algo y enseñarles
a prever las consecuencias de sus actos y decisiones.
- La disciplina y el esfuerzo van unidos. Es aconsejable tener un horario, cumplir
unas normas en casa, realizar algún deporte, implicarlos en el cuidado de los hermanos...
- Los niños al principio no saben poner nombre a lo que a veces les ocurre y por
ello los padres deben ayudarles no sólo a descubrirlo, sino también a encontrar
la forma de superarlo, además de ayudarles a vencer la impaciencia, superar el aburrimiento,
la indecisión, los impulsos, los cambios de humor...
- Para mejorar la integridad personal, reconocer nuestros fallos, limitaciones
y defectos y estar siempre dispuesto a mejorar, aunque suponga una lucha constante.
Normalmente, hacer lo que está bien o lo que nos corresponde hacer en cada momento
es difícil, porque se aleja de lo cómodo y requiere empeño y esfuerzo.
La conciencia
de uno mismo constituye una especie de barómetro interno que nos dice si la actividad
que estamos haciendo o que vamos a hacer, merece la pena. Los sentimientos nos acompañan
siempre, pero solamente nos percatamos de ellos cuando nos desbordan. Los sentimientos
nos proporcionan una imagen global de toda situación y si hay discrepancias entre
nuestros valores y sentimientos, el resultado será una profunda inquietud en forma
de culpabilidad, vergüenza, duda, inquietud o remordimiento, que generan sentimientos
que pueden acabar minando nuestro esfuerzo. A las personas incapaces de reconocer
sus propios sentimientos, le llegan al cuerpo mensajes en forma de jaqueca crónica,
dolor lumbar o ataques de ansiedad.
En un mundo
tan cambiante vemos que la flexibilidad o posibilidad de adaptarse al cambio es
más importante que la experiencia. Para lograr el éxito practicaremos las competencias
emocionales más relevantes que se engloban en:
- Iniciativa o prontitud para actuar cuando se presente la ocasión.
- Influencia o utilización de tácticas de persuasión eficaces.
- Habilidades de equipo o capacidad de crear la sinergia grupal en la consecución
de metas colectivas.
- Habilidades sociales o capacidad para inducir respuestas deseables en los demás.
- Innovación o comodidad y apertura a las nuevas ideas, enfoques e informaciones.
- Integridad o contraer la responsabilidad de nuestra actuación personal.
- Liderazgo o inspirar y dirigir a grupos y personas, con capacidad de negociar
y resolver conflictos.
- Motivación de logro o esfuerzo para mejorar o satisfacer un determinado criterio
de excelencia.
- Motivación o tendencia emocional que guía o facilita el logro de nuestros objetivos.
- Optimismo o persistencia en la consecución de los objetivos a pesar de los obstáculos
y contratiempos.
- Autocontrol, el que fracasa soporta mal la presión y tiende al mal humor y los
ataques de cólera. El que triunfa no pierde el equilibrio en situaciones tensas,
sino que aun en medio de la crisis mantiene su serenidad. El fracasado reacciona
defensivamente ante los errores y las críticas, negándolas, encubriéndolas o intentado
descargar su responsabilidad sobre otras personas.
Cómo transmitir los valores a los hijos.
Todos los valores contribuyen al enriquecimiento personal,
por ello es necesario concienciarse de la importancia de su educación, procurando
que no existan contradicciones entre lo transmitido y lo vivido (no se puede trasmitir
algo que no se tiene).
Los padres
pueden orientar o sugerir, pero no obligar a adoptar los valores que ellos no quieren.
Es aconsejable
dar responsabilidades a los hijos desde pequeños, aunque estas sean insignificantes.
De esta forma, se dan cuenta de sus pequeños progresos, y van aprendiendo que con
esfuerzo se pueden obtener muchos avances.
Se debe propiciar
el descubrimiento de valores, enseñarles a razonar, a tener juicio crítico, a renunciar
a lo que no les conviene, aunque aparentemente sea algo muy apetecible e interesante,
fomentar el autocontrol, poner en práctica proyectos personales y educar en el esfuerzo.
El desarrollo
del respeto de los niños con los demás, dependerá de su edad. Los pequeños tendrán
que aprender a respetar a sus hermanos, amigos, etc., sobre todo, en lo que se refiere
a sus posesiones tangibles y afectividad. Los demás tienen el derecho de hacer uso
de sus propias posesiones y de ceder este derecho, cuando quieran, aunque se trata
de que desarrollen la generosidad a la vez. Lo que un niño no puede hacer es robar
ni hacer uso de cosas que pertenecen a otros sin su autorización. Es lógico que
esté atraído por lo ajeno y, además, con su sentido de justicia poco desarrollado
puede pensar que es injusto que otra persona tenga algo que él quiere tener. Por
eso, hay que establecer un equilibrio en la familia entre posesiones compartidas
entre todos y posesiones personales. Los hijos no sólo tienen que aprender a reconocer
lo que significa ser dueño de algo, sino también apreciar las consecuencias que
puede tener afectivamente en esa persona si no le reconocen como dueño.
En la adolescencia
con una intimidad propia descubierta, los hijos son capaces de reconocer lo que
significa respetar a los demás y a sí mismos. El desarrollo del pudor se basa en
la apreciación correcta de la intimidad propia y ajena y el consecuente respeto
que se debe a cada uno. Le molesta que algún amigo hable mal de él, pero está muy
dispuesto a hablar mal de los demás. Ahora ya es posible aclarar a un hijo que no
debiera hablar de las cosas íntimas de algún hermano delante de los demás, de mostrarles
que cada uno tiene el derecho de comportarse como él quiera, con tal de que no perjudique
a los demás ni a él mismo. Para los adolescentes, el respeto consiste principalmente
en dejar de actuar, consideran que no hay que imponer, coaccionar ni provocar ningún
cambio en otra persona, sin embargo, aceptan influencias que ofrecen un placer superficial
y atractivo, y rechazan las influencias que pueden estimular un esfuerzo. A veces,
los adolescentes creen que tienen el derecho de opinar y hacer lo que quieren delante
de sus padres. Pero actuar y decir cosas deliberadamente para que sufran o se enfaden
los padres es una falta de respeto. En situaciones conflictivas entre padres y adolescentes
puede ser necesario decir con claridad al hijo que mientras esté bajo el mismo techo
tiene la obligación de respetarles, obedeciéndoles, aunque no quieran, porque los
padres siguen siendo responsables de ellos. Cuando ya alcancen su mayoría de edad,
pueden dejar de obedecerles, pero no de respetarles. Si a veces los hijos no entienden
que sus padres están actuando en bien suyo, el cónyuge puede explicar con claridad,
pero brevemente los motivos de la actuación del otro, sin el ánimo de convencer,
si no, no les será posible aceptar que estas exigencias son justas y razonables.
También hay que distinguir entre el derecho que cada uno tiene de opinar como quiere
(sin influir negativamente en los otros) y el derecho que los demás tienen para
recibir una información verdadera que les ayude a mejorar. El respeto supone que,
si uno no está completamente seguro de la veracidad de lo que uno piensa, por prudencia,
y respeto, no debe proporcionar esta influencia que puede perjudicar a los demás.
Por todo ello, habrá que enseñarles a, pensar en las consecuencias de sus acciones,
distinguir entre las personas con quien se relacionan, su capacidad intelectual,
edad, temperamento, y reconociendo la situación real, actuar o dejar de actuar.
Los hijos tienen la obligación de respetar a sus padres y estos tienen que enseñar
a sus hijos a respetarles por justicia y sobre todo por amor, pero existe una diferencia
entre el respeto por amor que pueden tener los hijos hacia algún amigo y el respeto
hacia sus padres. Esta diferencia está en que sus padres, tienen una autoridad por
su misma calidad de padres, como autores de la vida y educación. Los hijos deberían
amarlos, principalmente por ser sus padres, no por sus cualidades específicas, como
sería el caso de algún amigo. En este sentido, podemos ver que cuando existe un
cariño real entre padres e hijos el respeto es connatural. El hijo notará que su
padre le exige porque le quiere, y exigirá a su vez una atención adecuada. Esto
también es respetar porque está actuando para que la otra persona cumpla con su
deber.
Texto revisado
de: Educación en valores (18/11/2010); Los valores (20/1/2011); Valores (25/6/2022).