martes, 13 de junio de 2023

LOS DRUIDAS

La palabra druida proviene del latín “druĭda, druides, druidae”, voz de origen galo dryw (druida, hechicero), e irlandés druad (vidente) como “dueño de la ciencia”, conferido del protocelta “dru-vid-es” (dru = árbol; wid = saber) entre los galos, pueblo perteneciente al tronco celta a partir del año 1000 a.C. El historiador romano Plinio el Viejo relacionó la voz druida con el nombre griego drãj “encina, roble”, por la importancia que en los cultos religiosos druídicos tenían estos árboles.

Los celtas fueron pueblos de origen indoeuropeo que habitaron regiones, durante la Edad de Bronce, que hoy forman parte de Irlanda, Escocia, Inglaterra, Portugal, Suiza, España, e Italia. Vivieron agrupados en tribus, que desarrollaron un conjunto de lenguas y que más tarde los británicos simplificaron, como la gaélica, aún vigente en pueblos de Gales, Irlanda o Escocia. Los escritores griegos y romanos describían a los celtas como arrogantes y alborotadores, sobre todo durante los jolgorios para festejar las victorias, junto con manifestaciones folclóricas, con instrumentos como el carnyx, la gaita, la bombarda, la flauta y el bodhrán.

El origen de la casta druídica tiene sus raíces en la época en que los primitivos cazadores-recolectores vieron al roble como su gran símbolo (antes del 4000 a.C. los robledales cubrían Europa). Estos recogían bellotas, y hasta el siglo XII fue básica en la alimentación. En el primer milenio a.C., cuando comenzó la expansión celta, toda persona culta en la tribu era considerada “sabio del roble”.

Los celtas usan el término Keltiké, para nombrar a Hispania, con significado más étnico, que geográfico. Aparecen en la Edad del hierro con una serie de invasiones de pueblos indoeuropeos (tartesios, iberos, celtas, celtiberos y cartagineses). Los celtas originarios de los Alpes, viven al final de la edad del bronce. Son tribus pastoriles y guerreras, que entran por los Pirineos en dos grandes migraciones, una en el 800 a.C. procedentes del Ródano, y se establecen en Cataluña y norte de Castellón, y otra en el 600 a.C., que se establecen en las llanuras de Navarra hasta el valle del Segre, y después por toda Hispania, siendo la cuenca alta y media del Duero y la cordillera Ibérica los núcleos más importantes. Su expresión artística más característica son los poblados con recintos amurallados levantados en las cimas de los montes con fácil defensa, y conocidos como citanias o castros, poblados formados con casas circulares construidas con madera, ramas y mimbres enlazadas, con techo cónico de paja (Las Cogotas, Castro de Santa Tecla, Baroña y Coaña).  Algo más tardías son las ciudades de los arévacos, algunas con gran desarrollo urbanístico como Numancia, y otras más primitivas, excavadas sobre la roca como en Tiermes. Su cultura llamada de La Tène, caracterizada por el uso del hierro y ritos funerarios de inhumación en fosas rodeadas de piedras, formando túmulos, y la cremación de los cadáveres cuyas cenizas se depositan en urnas originan la cultura de Los Campos de Urnas, con restos en Cataluña, Castellón y Cortes (Navarra). No conocen la escritura ni acuñan moneda, usan la cultura del Hallstatt, y basan su economía en la agricultura, ganadería (pastoreo y domesticación del caballo), metalurgia, y el comercio mediante el trueque con fenicios, cartagineses y otros pueblos celtas. Fueron muy habilidosos con el metal (arados, hoces, espadas y objetos de adorno como broches, torques, fíbulas), lo que les dio una superioridad armamentística. Su organización era tribal, unidos por necesidades de defensa.

La sociedad celta, según J. César, Estrabón, y Diodoro Sículo, entre otros muchos, estaba configurada por:

  • Los druidas en la cima de la jerarquía como los miembros superiores del estamento sacerdotal, que estudian la filosofía moral. Estrabón los considera los máximos exponentes de la magia, y guardianes de los secretos y escritura ogámica (alfabeto con 20 signos). Como inventores del calendario, eran quienes decidían las fechas de las fiestas religiosas; como teólogos, sólo ellos conocían la naturaleza de los dioses, sus deseos y modo de honrarlos. Cuando moría, la sucesión regresaba al druida más digno.
  • Los bardos, para Diodoro Sículo en su “Bibliotheca historicae”, son poetas, narradores, artistas que poseen una creatividad y habilidad espiritual innata. Actúan como censores de la sociedad, dedican elogios a algunos personajes y les ayudan a ocupar cargos políticos, mientras que a otros les dirigían crueles sátiras que acababan con sus carreras. Eran responsables de la transmisión oral de las tradiciones. Con sus cantos transmitían de forma sencilla y fácil de aprender, los logros en las batallas. Los druidas los consideraban sus rivales y se enfrentaron a ellos con éxito, relegándoles a bufones a sueldo de los aristócratas.
  • Los vates o filidh crean poesías, se ocupan del culto, la adivinación y la medicina, pues son especialistas en el mundo natural, y en ocasiones realizan sacrificios con animales y a veces con humanos, para practicar la adivinación. Constituían una tercera orden religiosa. El fili o poeta-historiador además de componer panegíricos e invectivas, transmitían oralmente el folclore de la comunidad y participaban de alguna manera en los códigos de leyes y profecías.
  • Los magos o adivinos, de aquí que se les considere además de sacerdotes, chamanes, hechiceros, y brujos.

Su religión era panteísta y misteriosa, creían en la reencarnación o transmigración de las almas y en la existencia de otra vida tras la muerte. Entre los conocimientos transmitidos (a los jóvenes que eran formados para ser druidas, y que tenían que aprender de memoria) estaban los relativos al culto, la magia, el uso de hierbas, plantas y aguas medicinales, y la determinación de días fastos y nefastos, por lo que algunos historiadores los relacionaron con los pitagóricos griegos. Alejandro Polímata y Diodoro Sículo consideran pitagórica su doctrina (las almas son inmortales y después de un número de años comienzan una vida nueva en un cuerpo nuevo). Es por ello que los enterramientos celtas se hacían acompañando al cadáver con toda clase de objetos cotidianos. Posidonio de Apamea dice que reflexionan acerca de los astros y su movimiento, del tamaño del mundo y la Tierra, y del poder de los dioses. Profesan una forma de panteísmo al identificar universo, naturaleza y deidad. Sólo importa la pureza del alma.

Aunque se tiene evidencia arqueológica de las prácticas religiosas en la Edad del Hierro, no hay registros escritos por los propios druidas si no descripciones de griegos y romanos, así como historias del medievo, de escritores irlandeses. Los hallazgos de tocados sin función militar son piezas de bronce en forma de hojas, conos o discos, y a veces con aditamentos de cuerno o asta.

La referencia más antigua de la que se tiene conocimiento data del 200 a. C., y de Julio César en “La guerra de las Galias”, donde señala que los druidas se encargaban de presidir todos los sacrificios, las actividades religiosas, las grandes fiestas anuales, los ámbitos político y judicial (imponen sentencias y castigos). Son los administradores de los rituales de sacrificios humanos, para los cuales, en general, utilizaban a guerreros enemigos capturados. Las víctimas, tanto animales (buey, cerdo, cordero) como humanas, eran observadas cuidadosamente mientras morían porque interpretaban sus estertores, los chorros de sangre o incluso la forma en que caían al suelo para arrojar luz sobre el futuro. Una de estas posibles víctimas (Hombre de Lindow), descubierta en una ciénaga cerca de Cheshire (Inglaterra), murió de la forma habitual en los rituales. Pese a que no tenían libros sagrados y transmitían su doctrina y sabiduría de forma oral, nos ha llegado, el texto en doce líneas de una oración en una plancha de plomo descubierta en 1971 en una fuente de Chamalières, cerca de Clermont-Ferrand. En 1983, se encontró en Veyssière (Aveyron), el llamado Plomo de Larzak, con un mensaje inscrito para el otro mundo. El Calendario de Coligny, encontrado a finales del XIX, grabado en una plancha de bronce, organizaba los diferentes rituales que se sucedían. Este tenía una mayor elaboración que el juliano y con una sincronización lunar de cinco años, lo que da fe de los profundos conocimientos astronómicos, geográficos y de la naturaleza de los druidas.

Pomponio Mela cita a una comunidad de sacerdotisas en Sena, con cultos druídicos femeninos, como los ritos realizados por las monjas del monasterio irlandés de Kildare, que mantenían un fuego perpetuo en honor de Santa Brígida, patrona de Irlanda.

Se sabe, que el druida Mog Ruith fue llamado por los galos de Munster; de las actividades guerreras del druida Cathbad, y de Diviciaco (miembro de la tribu de los heduos) que mandó un cuerpo de caballería; del caudillo Vercingétorix que apadrinó la unión de todas las tribus celtas, hasta que Julio César la destruyó, aunque la cultura y religión druídica mantuvieron su vitalidad hasta ser marginada, perseguida y asimilada por el cristianismo, a partir del siglo III d.C., que hizo todo lo posible por erradicar cualquier culto religioso pagano, pero se dejó influir por muchas creencias mágicas precristianas. Cuando el poder romano se extiende por Europa, prohíbe a los druidas el aprendizaje y enseñanza de sus conocimientos por lo que la institución se fue terminando poco a poco.


El trisquel, triskel, trikele o trinacria, es el símbolo supremo druida formado por tres brazos en espiral unidos en un punto central, configurando la forma de una hélice. Su primera espiral representa las sensaciones, los sentidos, los límites, la evolución, crecimiento, capacidades y equilibrio del cuerpo, mente y espíritu. La segunda representa la conciencia y la razón, el camino de las ideas, el pensamiento, el presente, el pasado y el futuro. La tercera espiral, llamada triskillan, representa el aprendizaje perpetuo del mundo del espíritu y de los dioses, la eterna evolución del camino del alma, y el principio y el fin. Algunos aparecen en acuñaciones monetarias (en la ciudad prerromana de Ilíberis, Granada), y otros grabados en piedra (petroglifos), en Galicia, Cantabria, Asturias y el País Vasco. El tres es su número sagrado.

Julio César, señalaba que los druidas eran responsables de organizar la vida política (asesoran al jefe en asuntos religiosos, judiciales, penales, y conflictos fronterizos), el culto, los sacrificios, la adivinación u oráculo, y son depositarios de los conocimientos de la comunidad. Supervisaban los juramentos de los guerreros para demostrar su lealtad. Por todo ello gozaban de privilegios (no pagan impuestos, ni cumplen con ninguna obligación militar). Diodoro Sículo y Estrabón, afirmaron que los druidas eran temidos por su conocimiento de ciertas plantas y ungüentos especiales, con tal grado de respeto que podían detener una batalla si se paraban entre dos ejércitos. Fue Pomponio Mela el primer autor que manifestó que la instrucción de los druidas era secreta.

Un druida imponía tabúes (geissi), y que, si no se obedecían, se creía que pronto llegaría la desgracia o muerte para el infractor y sus parientes, además preparaban pociones para reforzar sus geissi. Los druidas recolectaban plantas como el muérdago (planta parásita), pues era símbolo de la vida y la fertilidad, porque es una planta perenne y mantiene sus hojas incluso cuando su árbol anfitrión ha perdido todo su follaje. Se recoge, la noche, del sexto día de la luna que marca el comienzo de meses, años y siglos. Tras los preparativos necesarios para el sacrificio y el banquete bajo los árboles sagrados, traen dos toros blancos con sus cuernos vendados. Con su túnica blanca, un druida sube al árbol para cortar el muérdago con su hoz de oro. Después matan a los animales de sacrificio y rezan para que el dios les recompense la ofrenda. Escritores grecorromanos como Tácito, Plinio el Viejo, Marco Anneo Lucano, Julio César, Suetonio, Diodoro Sículo, y Cicerón dicen que los druidas practican sacrificios humanos, por lo que los consideran bárbaros, y para que fuera aceptado por los dioses, tenía que ser realizado por un druida, al ser estos intermediarios entre las personas y los dioses. Observando el viento y los cantos de las aves con el sacrificio de animales sagrados, y en ocasiones de humanos, leen el futuro a través de su agonía, al hundir una daga en su pecho, o golpear con una espada la espalda, observan la dirección en que desfallece, en que se convulsionan sus extremidades y en que brota su sangre. Se han encontrado sepulturas masivas fechadas, en la edad del hierro, en Gournay-sur-Arode y Ribermont-sur-Ancre.

Los registros más antiguos sobre los druidas provienen del griego Soción de Alejandría, que menciona la existencia de druidas de los keltois (celtas). Tácito, senador romano, describió cómo cuando el ejército romano, dirigido por Cayo Suetonio Paulino, atacó, en el año 60 d.C. la isla de Mona, Anglesey, sitio en el que se fundó un centro de culto druídico, y que fue destruido en el siglo I d.C. por los romanos y las arboledas sagradas de Mona taladas.

a partir del siglo V a.C., los druidas alcanzaron una posición preeminente según Dion Crisóstomo “Los druidas dominan el arte adivinatorio y todas las ciencias. Los reyes no pueden tomar decisiones sin su consentimiento”. Dion Casio dice que el rey Ambigato de los biturigos llevaba a cabo adivinaciones y estaba capacitado para realizar sacrificios. Por su parte, Deyótaro de Galacia dice que era el caudillo y líder religioso más poderoso de entre los gálatas. Plinio afirmaba que eran quienes poseían los conocimientos médicos y mágicos debido a que eran los sanadores, del mismo modo, que estaban capacitados para el uso de hierbas y la cirugía.

 Los celtas, al igual que otras culturas de la época, contaban con dioses como:

  • Teutates dios de la guerra y protector del pueblo. La víctima consagrada a él era quemada viva dentro de un gran muñeco (hombre de mimbre).
  • Esus dios de la tierra y la naturaleza, se lo veneraba ahorcando a la víctima en los árboles del bosque.
  • Taranis dios de las tormentas. El sacrificio consagrado a él consistía en ahogar a la víctima en un caldero.
  • Belenus el dios del sol, del fuego y de la luz.

Sus ceremonias se realizaban en los bosques, y servían para aplacar la ira de los dioses, infundir el pánico, y manifestar el poder que tenía sobre su pueblo. Cuando los romanos supieron del ritual de las tres muertes, vieron que estaban ante seres temibles, y temían a la magia de los druidas.

Durante la Edad de Hierro los druidas están en el nivel más alto de la sociedad celta. La construcción de megalitos se desarrolló entonces, y este período vio el surgimiento de grandes montículos como Newgrange y círculos de piedra como el santuario de Stonehenge, o los alineamientos de Carnac. John Aubrey fue el primer escritor que vinculó Stonehenge con los druidas. El arqueólogo Stuart Piggott, autor de “Los druidas”, les consideró bárbaros y salvajes, y fue solo en el momento álgido de su expansión cuando griegos y romanos empiezan a hablar de ellos como clase intelectual de la sociedad celta.

Durante el s. III a. C., el Imperio Celta se desintegró en multitud de reinos. El 247 Amílcar Barca, hace incursiones en la costa italiana, mientras la flota romana de L. Cátulo, gana la batalla en el puerto de Lilibeo (242) y de Trapani (241), obligando a Cartago a firmar la paz con Roma. En el 228 Orisón con un grupo de iberos, engaña a los púnicos fingiendo una alianza en Hélice, y mata a Amílcar, en la batalla de Helike. Le sucedió su yerno Asdrúbal (asesinado por un celta, le sucede su cuñado Aníbal Barca) quien fundó, el 226, Cartago Nova sobre la antigua Mastia, y la tomó como capital. Esto hace que Roma envíe una embajada a dialogar con los Barca obligándoles a fijar un límite a su expansión en el Ebro (los territorios al norte del río para Roma, los del sur para Cartago). Las tribus galas invaden Italia, pero Roma vence en Telamón, e incorpora su territorio a la Galia Cisalpina. El 387 a.C. los romanos son derrotados por los celtas (tribu de los senones) en la batalla de Alia, y saquean Roma, luego en el 225 de producen sublevaciones celtas en la Galia Cisalpina.

Durante la Guerra de las Galias, entre el 58 y el 51 a. C., el ejército romano, dirigido por Julio César, conquistó la mayoría de tribus, e introdujo medidas para librar de druidas a la región. Según Plinio el Viejo, fue Tiberio quien prohibió no sólo a los druidas, sino también a otros adivinos y curanderos, acción aplaudida por Plinio creyendo que ello acabaría con los sacrificios humanos. Suetonio en el siglo II, señala que Augusto (primer emperador del 27 a. C. al 14 d. C.), decretó que nadie que fuera druida podría ostentar la ciudadanía romana, y esto fue seguido por otra ley de Claudio (emperador del 41 al 54 d. C.), que suprimió a los druidas, y sus prácticas religiosas. César menciona la zona de Carnutes, donde se celebraba una asamblea anual de todos ellos, en el bosque sagrado de la tribu de los carnutos, lugar que algunos expertos han identificado con la ciudad francesa de Neuvyen-Sullias y otros con el emplazamiento de la catedral de Chartres.

Los druidas entraron en decadencia por el auge del Imperio romano, y su aversión a los sacrificios humanos, por el choque ideológico, ya que Roma tiene una cultura materialista y jerárquica y la de los druidas era espiritual y centrada en la moral. Varios emperadores intentaron erradicar a los druidas, especialmente Tiberio (que reinó del 14 al 37 d. C.) y Claudio. Los druidas y su religión decayeron con la llegada del cristianismo a Europa. Además, su misma implicación en los asuntos políticos, diplomáticos y judiciales les hizo perder su carisma espiritual, la creciente influencia de la cultura y presión romana acabó por derrumbar la cultura celta. El primer territorio celta conquistado por los romanos fue el norte italiano hacia el 200 A.C. tras varias campañas romanas, y a pesar de las victorias obtenidas aliados a Aníbal en la Segunda Guerra Púnica, participaron activamente en varias batallas (Canas). Cayendo luego España en poder romano, tras varias campañas romanas infructuosas, entre el 200 al 133 a.C. fecha en que cae en poder romano Numancia. En el siglo I los romanos incendiaron todos sus lugares de culto.

La palabra aguinaldo deriva del céltico “eguinado” (regalo de año nuevo) y de la frase latina "hoc in anno" (este año). Los druidas celebraban la ceremonia religiosa para anunciar la llegada del año nuevo. El 21 de diciembre (solsticio hiemal) salían hacia el bosque en procesión y gritaban “au gui l'an neuf” (al año nuevo) mientras recogían muérdago. Al llegar al bosque se elegía el tronco del árbol donde se grababan los nombres de los dioses y se preparaba un altar triangular. Esta ceremonia fue degenerando, y grupos de jóvenes con “el duende”, marchaban a coger el muérdago y con él hacían en las iglesias ceremonias ridículas, cometiendo excesos. El rey Tacio recibió ramos del bosque que luego daba a los hombres victoriosos. San Agustín y San Juan Crisóstomo censuraban el aguinaldo porque ocasionaba desórdenes (disfrazarse los hombres de mujeres y éstas de hombres, la bebida…). En muchos pueblos castellanos se conservó hasta los 90, la costumbre de pedir y dar el aguinaldo durante Año Nuevo y Reyes con canciones como: El esquilón tiene un diente, la campana tiene dos, y al que no nos dé nada, mala suerte le dé Dios.

Los aguinaldos se generalizan en España con la llegada de los borbones, pero en 1793 un edicto suprime los aguinaldos y las propinas. En los países ortodoxos, los niños reciben sus aguinaldos anunciando la llegada de San Basilio, como en los países más occidentales los reciben de San Nicolás. En otros lo hacen Santa Claus, Papá Noel o los Reyes Magos.

Hoy vemos a los druidas, como las caricaturas de Astérix (de René Goscinny y Albert Uderzo) donde el druida Panoramix brinda a cada uno de sus personajes atribuciones como adivinos, maestros, curanderos y jueces.

El cómic Sláine, recoge la figura del druida como un sacerdote, además de aparecer en juegos y videojuegos.

 

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