La mentira es una expresión o manifestación contraria o inexacta de lo que se sabe, se cree o se piensa.
Mentir es faltar a la verdad, engañar, ser deshonesto, decir lo que no se piensa, expresar sentimientos que no se tienen, crear vanas ilusiones, ofrecer impresiones falsas, temer a las consecuencias de la sinceridad, y ser infiel a nosotros mismos y a nuestros allegados.
El prolijo refranero español nos dice: Antes se coge al mentiroso que al cojo. El mentiroso ha de ser memorioso. El que por mentiroso es tenido, aunque diga la verdad no es creído. Mentir y comer pescado requieren mucho cuidado. En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso. La mentira no tiene pies. La truchas y las mentiras cuanto mayores mejores. Bien me quieren mis vecinas porque les digo mentiras. Más vale una verdad dolorosa que una mentira piadosa…
El problema moral de la mentira es que sus logros se sustentan sobre bases falsas, por ello crean espejismos e ilusiones, y suponen una forma de negación de nosotros mismos, de nuestra verdad y de quiénes somos en realidad. Es un contravalor moral, por eso, mientras la verdad propicia relaciones basadas en la confianza y el respeto, la mentira fomenta la desconfianza, la sospecha, la duda y la incredulidad entre las personas, dificultando las relaciones sociales al traicionar la confianza dada.
El hombre es un animal social, emocional y mentiroso. Decir mentiras forma parte de la condición humana, y es un mecanismo de adaptación importante y funcional. Mentir es un rasgo de inteligencia que conlleva una consecuencia emocional. Desde niños aprendemos a mentir porque descubrimos que tergiversando ciertos hechos de la realidad podemos conseguir ciertos objetivos. En principio esto es un rasgo de adaptación que nos ayuda a afrontar situaciones de miedo o culpa, a construir la identidad y a aprender a relacionarnos con los demás (mentiras piadosas). A veces, la mentira parece la salida más fácil, pero a largo plazo, la honestidad es más beneficiosa. El problema de las mentiras se da cuando su fin no es adaptarnos, sino evitar afrontar un hecho que nos resulta complejo. Cuando las mentiras excesivas se producen, comenzamos a sentir inseguridad y ansiedad.
A los cinco años el niño comienza a desarrollar la personalidad social, a ser cooperativo, aprender y respetar reglas de comportamiento, aunque persisten brotes egocéntricos y agresivos. Puede hacer pequeños recados pues le encanta ayudar al adulto. Posee sentido del humor en referencia a lo absurdo, lo exagerado o las desarmonías corporales (caídas, tropezones, gestos). Dice mentiras, no cree lo que dice, pero lo dice para evitar castigos o satisfacer al adulto. Según R. Wiseman si traes niños a una sala y les dices “Estamos poniendo tu juguete favorito detrás de ti, pero no mires”, y luego repites la advertencia antes de abandonar la sala. Si los ves a través de cámaras, al cabo de unos minutos mirarán el juguete, explica el psicólogo. "Si utilizas para el experimento a niños de tres años (cuando comienzan a perfeccionar su lenguaje), veras que la mitad de ellos responden que no miraron el juguete si les preguntas", y agrega que a los cinco años ya ninguno de ellos dirá la verdad.
Aunque nos
cueste reconocerlo todos mentimos alguna vez en diferentes aspectos y por
diferentes motivos:
- Socialmente. Mentimos para integrarnos en un determinado colectivo o para generar una imagen determinada. El fin en sí mismo es positivo (conectar con el otro). El motivo es la inseguridad (no confiamos en nuestras capacidades personales). El problema es que las mentiras nunca se sostienen en el tiempo, y las relaciones personales se deterioran por esta costumbre, basada en el miedo.
- Familiarmente. Mentimos por miedo a las consecuencias. Cuando tememos que el otro sienta ira, decepción o rechazo, ocultamos cierta información relevante porque tememos las posibles consecuencias. Esto nos lleva a comunicarnos de forma opaca en lugar de asertiva, lo que nos hace sentir aislamiento, ansiedad y agobio.
- Profesionalmente. Mentimos para ocultar información cuyas consecuencias tememos, para impresionar, o para crear una serie de expectativas que no se pueden cumplir. Mentimos por miedo a no cumplir con las exigencias que nos creamos.
- Sentimentalmente. La mentira es más frecuente y es donde ocasiona más problemas. Mentimos porque tememos las consecuencias de nuestras acciones, también podemos llegar a desarrollar el hábito de mentir para sentir adrenalina y seguridad personal.
Los diferentes
tipos de mentira son:
- Blanca. Es la afirmación o información falsa que no afecta a nadie ni causa daño a nadie, sólo tiene como función aliviar la conciencia.
- Compulsiva o patológica. Algunos mienten de forma constante, incluso sin motivo aparente, pudiendo llegar a ser un trastorno.
- De autoengaño. Nos engañamos a nosotros mismos para sentirnos mejor o justificar nuestras acciones.
- De autoprotección. Estas mentiras surgen cuando tememos las consecuencias de decir la verdad.
- De conveniencia. Se dicen para obtener algún beneficio personal, como evitar una multa o conseguir un favor.
- De distracción. Cambiamos de tema o desviamos la atención para evitar hablar de algo incómodo.
- De evasión. Se utilizan para evitar una situación incómoda o una pregunta directa.
- De exageración. Cuando inflamos la realidad para impresionar o llamar la atención.
- De manipulación. Se utilizan para influir en las decisiones o acciones de los demás.
- De negación. Negamos algo que es cierto.
- De omisión. Cuando no decimos toda la verdad y omitimos información relevante para manipular la percepción de los demás.
- De reestructuración u oficiosa. Se altera la información para que suene más favorable. Se dice para agradar o servir a alguien y beneficia en un sentido muy leve a quien la dice.
- De venganza o negra. Se dicen con la intención de dañar a alguien (revelar un secreto).
- Noble. Se utiliza en la política haciendo referencia a la falsedad de los gobernantes, la cual se suele utilizar para preservar la armonía dentro de una sociedad.
- Piadosa. Es la que se dice a alguien para evitarle un disgusto, una situación incómoda o molesta, o una tristeza innecesaria. Tras esta mentira siempre hay una buena intención. Son mentiras que tienen justificación y, para muchos, son perdonables.
- Por error. Son las que hacemos sin darnos cuenta. No son deliberadas ni premeditadas, simplemente sucede que la persona que ha dicho algo está convencido de que ha dicho algo verdadero, pese a que no lo es.
La doctrina cristiana asocia la mentira al pecado y explica, que el origen de la mentira se relaciona con el diablo, pues, según Juan “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio”.
Todos los casos tienen un factor en común, mentimos para adaptarnos y conseguir ciertos objetivos personales sin dañar a otros, pero podemos mentir en exceso debido a una serie de emociones fundamentales (inseguridad hacia nuestras capacidades, culpa y miedo por las consecuencias de las mentiras en sí mismas). Mentir es como una bola de nieve y cada vez nos resulta más difícil salir de ella. El problema es cuando no sabes entender y gestionar lo que sientes, y llegas a la mentira compulsiva condicionando tu conducta y generando un estado de ansiedad, preocupación y agobio.
Mentir, o al menos decir alguna que otra mentirijilla, es un pegamento social que nos une a todos. Lo que definimos como mentir es cuando alguien se propone engañarnos ya sea con palabras o acciones, pero en realidad, las conversaciones normales sólo tienen lugar porque nosotros no decimos exactamente lo que pensamos o queremos decir. Imagina que tu interlocutor te dice lo que realmente piensa sobre ti y tus decisiones. Ser el 100 % sinceros puede causar más mal que bien y éste es un tipo de acuerdo clave en muchas interacciones sociales, y nos mantiene en un mundo de paz y armonía.
Alrededor de un tercio
de la población cuenta una mentira cada día, dice el psicólogo R. Wiseman. Aun así,
una encuesta reciente muestra que un 5 % de nosotros asegura no haber mentido jamás.
Nos creemos buenos
rastreando a los mentirosos, pero cuando pones a dos personas y les muestras un
video donde una persona miente y otra dice la verdad, solo el 50 % de ellos sabrá
cuál es cuál. Algunos mentimos mejor que otros, y R. Wiseman tiene una prueba
para distinguir a ambos grupos. Se le llama "la prueba Q" y se puede
completar en cinco segundos.
Extiende el dedo
índice de tu mano dominante y dibuja una Q en tu frente.
La pregunta es, ¿pusiste el palito de la Q sobre tu ojo derecho o izquierdo? O ¿dibujaste la Q de manera que la lees tú o la persona de enfrente? La teoría indica que, si pusiste el palito sobre tu ojo izquierdo o para que la persona de enfrente lo lea, siempre piensas en cómo otras personas te ven y, por tanto, deberías ser un buen mentiroso. Pero si la dibujas para ti, ves el mundo desde tu punto de vista y tiendes más a la honestidad.
La razón por la que no somos buenos detectando mentirosos es porque somos seres visuales, y nos apoyamos en este tipo de pistas cuando intentamos descubrir a un mentiroso: ¿se mueven alrededor del asiento?, ¿gesticulan mucho?, ¿cómo son sus expresiones faciales? Pero los buenos mentirosos saben las señales de alarma que el interlocutor busca para descubrirnos. Sin embargo, para los mentirosos es mucho más difícil controlar lo que dicen y cómo lo dicen. Los mentirosos, en general, hablan menos, tardan en responder preguntas y tienden a distanciarse emocionalmente de sí mismos, por eso no utilizan palabras como yo, mi o mío.
En el reino animal,
las criaturas se mienten unas a otras usando camuflajes o comportamientos para sobrevivir.
A veces, los gallos emplean el cacareo que anuncia la comida para atraer a las gallinas,
y una vez se acercan, utilizan el truco para copular en vez de comer. También algunas
de las aves que se aparean de por vida se involucran de forma oculta en otras relaciones
si consideran que su amante aumenta sus probabilidades de mejorar su descendencia.
El engaño táctico
tiene un largo historial de evolución en las especies. Una sociedad avanzada que
se desarrolla en armonía es la que sabe engañar de vez en cuando. Algunos estudios
muestran que mientras más sofisticado es el animal, más comunes son este tipo de
juegos.