miércoles, 11 de enero de 2023

EL LAZARILLO DE TORMES


 

El Siglo de Oro español comienza con el apogeo político de los primeros años del s. XVI, y hasta mediados del XVII, se produce un gran desarrollo artístico y cultural, en el que se edita la obra precursora de la novela picaresca, que marca un antes y un después en la literatura española y universal. La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (El Lazarillo de Tormes) se publica, en 1554, de forma anónima, y a buen seguro sea esta una de las razones que le llevan al autor al anonimato reforzando la forma autobiográfica, dando a entender que el autor es Lázaro, pues dicho autor tuvo conciencia del atrevimiento de su obra, al hacer protagonista a un insignificante personaje que pone de manifiesto su visión antiheroica de la realidad, hace una crítica de los estamentos privilegiados (nobleza y clero), y refleja la hipocresía y falta de moralidad de la sociedad española del s. XVI.

La novela está escrita como una extensa epístola que el supuesto autor envía a un corresponsal al que llama “Vuestra Merced. Su autoría se ha atribuido a diversos autores, siendo los más destacados, el fraile jerónimo Juan de Ortega (se halló un borrador en su celda); Alfonso de Valdés (defendido por diversos filólogos); y Diego Hurtado de Mendoza (según M. Agulló, y unos documentos de López de Velasco, testamentario del escritor andaluz).

Se divide en siete tratados y un prólogo, en el que Lázaro ya adulto y siendo pregonero en Toledo, narra su vida. Cada uno de los tratados es un pequeño relato de igual línea estructural: Lázaro encuentra a un amo que, por su avaricia, crueldad u otra variante, le hace pasar hambre; el protagonista reacciona ante la adversidad e intenta remediarla con su astucia, pero no logra lo que desea y abandona al amo o es abandonado por este. Los tratados más extensos e influyentes para Lázaro, son los tres primeros. Con el ciego y el clérigo, aprende a satisfacer sus necesidades primarias (comer) a cualquier precio (robo, engaño), y con el escudero, descubre la inutilidad de sentimientos nobles como la honra.

La novela refleja lo injusta y cruel que es la vida. A través de los ojos de Lázaro vemos una sociedad deshumanizada en donde la dignidad y el honor brillan por su ausencia, y hace hincapié en la hipocresía moral y social. Por ello, en 1559 se prohibió su lectura, luego en 1573 la santa inquisición censuró dos capítulos (tratados IV y V).

El personaje principal es Lázaro González Pérez, más conocido como el Lazarillo de Tormes. Su niñez trascurre entre penurias y hambruna, por ello, es un muchacho que cambia de amo, hasta nueve veces, con poca fortuna, y representa la figura del pícaro español, que hace cuanto necesite para subsistir. Su familia representa la clase baja. El padre, Tomé González, trabaja en un molino, y su madre, Antona Pérez, al enviudar tiene que trabajar.

El primer tratado presenta a Lázaro contando su infancia en primera persona. A Lázaro González Pérez, sus padres Tomé y Antona le apodaron Lazarillo de Tormes (por servir a un ciego, y por nacer en Tejares, junto al río Tormes). Lázaro es un niño flaco con aspecto de vagabundo. Es huérfano desde muy joven, pues su padre que trabaja en un molino, siendo ladrón, fue descubierto y desterrado a servir a un caballero que lucha frente a los moros y muere en batalla. Lázaro marcha junto a su madre Antona, que cocina y lava ropa a estudiantes y mozos de caballos del comendador de la Magdalena. Antona se casó con un mozo, de raza negra, llamado Zaide, que hace que llegue mejor comida a casa y tuvo un segundo hijo mulato. Pero el padrastro es capturado y azotado por robar. Antona decide poner a Lázaro, por no poderlo mantener, al servicio de un mendigo ciego, como su primer amo. Este era muy avaro, tramposo y egoísta, que maltrata y golpea a Lázaro, y se niega a darle de comer. Decía que podía adivinar el sexo del bebé que portaban las embarazadas en su vientre, solo para ganar dinero. En ocasiones se hacía pasar por médico. Aprovechando la ceguera, el Lazarillo decidió engañarle para beber y comer, primero con una paja de centeno y luego por un agujero que hizo en la jarra de vino y tapó con cera. Utilizó el frío como excusa para guarecerse bajo las piernas del ciego y esperar a que el tapón se derritiera con el calor de la lumbre para beber del chorro que caía. También le engañó con una longaniza en Escalona, y con un racimo de uvas en Almorox. El ciego acabó descubriéndolo y un día cuando le estaba robando vino de su jarra, le golpea con ella en la boca, dejándolo mellado para siempre. Una noche de lluvia, Lázaro engañó al ciego diciéndole que había un río frente a ellos y que para cruzarlo tenía que saltar con todas sus fuerzas; cuando el ciego saltó se dio contra un pilar quedando atontado. El ciego es el personaje que más influye en Lázaro, y le enseña, a base de golpes, a ser astuto, pícaro y tramposo para obtener comida y conseguir dinero para sobrevivir ambos. Lázaro al ver que con su amo no satisface su necesidad de comer, ni llegará a ser feliz, decide dejarlo y buscar en otro lugar.

En el segundo tratado, Lázaro comienza a mendigar por Maqueda y conoce a un clérigo que necesita un ayudante para la misa, por lo que se queda con él, como su segundo amo. Este representa la mezquindad, avaricia, hipocresía y corrupción. Le trata muy mal, y se niega a compartir la comida que le sobra, lo que obliga a Lázaro a robarle pan. Solo comía cuando iban de entierro. Un día el pícaro, con la ayuda de un calderero, se hizo con la llave del arcón donde guardaba el pan, y decide comérselo a escondidas. El clérigo pensó que eran ratones y puso trampas, pero observó que el pan seguía menguando, y empezó a sospechar de una culebra que los vecinos habían visto rondando por allí. Lázaro, que temía ser descubierto, se metió la llave en la boca para esconderla, hasta que una noche se le atravesó y empezó a silbar como una culebra. El clérigo, pensando que era la que le robaba el pan, cogió un garrote y golpeó allí donde escuchaba el silbido, descubriendo que había golpeado al Lazarillo en la cabeza y que éste tenía la llave. Esperó a que se recuperase y le puso en la calle.

En el tercer tratado, Lázaro llega a Toledo y vive de limosnas dos semanas. Luego, conoce a un escudero, a quien convierte en su tercer amo, pues pensaba que tendría grandes riquezas, pero cuando llega a su casa se encuentra con un lugar triste y oscuro, y se percata de que el escudero es un orgulloso y pobre diablo que utiliza su aspecto para disimular su estatus. Vive pendiente de las apariencias y representa la falsa honra y la baja nobleza de la sociedad de la época, hasta el punto de fingir riqueza, aunque había sido repudiado por su familia, sin embargo, por prejuicios se niega a trabajar o mendigar, y obliga al pícaro a pedir limosna y a compartir lo que gana con su amo. El ayuntamiento prohíbe la mendicidad, y pasan ocho días sin comer, hasta que gana un real y envía a Lázaro al mercado. Cuando el dueño de la casa, y la vieja dueña de la cama llegan a cobrar al escudero, este no tiene para pagar el alquiler, y abandona a Lázaro.

En el cuarto tratado, el fraile de la Merced es el cuarto amo, y aunque su aspecto es mundano y algo más generoso que los anteriores, pues da a Lázaro su primer par de zapatos, es un fraile promiscuo, vividor y corrupto. No le gusta estar dentro del convento, y se pasa el tiempo fuera haciendo recados y negocios necesarios para el convento. Por este motivo, decide dejarlo y seguir buscando un lugar en el que sí pueda encontrar comida y felicidad.

En el tratado quinto, Lázaro encuentra a su quinto amo, un buldero (funcionario que sirve a la iglesia católica) que otorgaba bulas de la santa cruzada, a cambio de dinero. Este hombre fue el amo más mentiroso y ruin de todos, ya que era un estafador que estaba aliado con el alguacil del pueblo para engañar a la gente y conseguir dinero. Como nadie compraba las bulas, el buldero decidió inventarse que el alguacil se había metido en una pelea ficticia, en la que moriría, pero milagrosamente resucitaría, porque Dios le protegía por haberle comprado una bula. Es un hombre corrupto que vende bulas falsas (documentos sellados sobre asuntos religiosos y políticos). Representa la falsa religiosidad del s. XVI. Lázaro se acaba cansando de sus estafas y le deja, tras cuatro meses, pues es un desvergonzado sin escrúpulos.

En el sexto tratado, se une a su sexto amo, un maestro pintor de panderos, que representa la clase renacentista culta de la época con el que estuvo muy poco tiempo, ya que le explotaba igual que los otros, a pesar de ser el más honrado. Al tiempo, en una iglesia, Lázaro se encuentra con un capellán oportunista, que será su séptimo amo. El religioso le ofrece un asno y cuatro cántaros, para trabajar de aguadero, siendo el primer trabajo del pícaro con sueldo. Tras cuatro años, y con sus ahorros, se compra su primera espada de Cuéllar, mejora su apariencia comprándose ropa usada y abandona al capellán y su oficio.

En el séptimo y último tratado, Lázaro cuenta cómo sirvió a su octavo amo, el alguacil, aunque lo abandona muy pronto al comprobar lo peligroso de la profesión de representar la ley en aquella época. Luego Lázaro consiguió el oficio de pregonero de Toledo, cargo con el que esperaba ganar el suficiente dinero como para descansar y disfrutar de su vejez. Su noveno y último amo fue el arcipreste de San Salvador, que representa la corrupción religiosa del XVI, y es quien elige a una de sus criadas como esposa para Lázaro. Ambos viven cómodamente en una casa junto a su amo, hasta que, en Toledo, comienzan las habladurías de que debe su bienestar material al arcipreste, quien paga los favores deshonrosos, para Lázaro, entre el religioso y la criada esposa del pícaro. Lázaro tras su aprendizaje y conformado carácter, opta por acallar los rumores pues no está dispuesto a volver a la pobreza por defender algo tan inmaterial como el honor (la cruda realidad vence a los sentimientos más elevados). El asunto se aclara rápidamente, tras hablar del tema los tres, y los lloros amargos de la esposa. Al final disfruta de una vida feliz con una mujer a la que ama, un descanso merecido, una vida tranquila y estable y, sobre todo, deja de pasar hambre.


 

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