miércoles, 14 de febrero de 2024

EL CID CAMPEADOR

Sobre el Cid hay dos biografías, una de creación literaria y otra histórica, y las fuentes en que se han basado son:

  • Un primer grupo formado por cronísticas-cristianas, como Carmen Campidoctoris o Poema latino del Cid, la Historia Roderici, la Crónica de Veinte Reyes, la Primera Crónica General de España, y la Crónica Adefonsi imperatoris (todas redactadas años después de su muerte).
  • El segundo grupo compuesto por las crónicas y narraciones musulmanas del siglo XI. De E. García Gómez y S. Lévi-Provençal, de las Memorias de Abd Allah (cronista de los monarcas ziríes de Granada), y de M.ª J. Viguera Molins.
  • Un tercer grupo lo constituyen las literarias. Poema de Mío Cid. El romancero. El Poema de la Toma de Almería. El Cantar de Mío Cid, la obra más importante de la literatura épica española, inmortaliza su figura (códex original en la BNM).

El Cid fue un caballero castellano del siglo XI al que la leyenda convirtió en un héroe nacional por su destacado papel en la Reconquista.

Vivió durante los reinados de Fernando I de León, Sancho II de Castilla y Alfonso VI de León, Castilla y Galicia. En sus campañas militares, luchó contra cristianos y musulmanes, y llegó a establecer un sólido protectorado en los reinos de Zaragoza y Valencia, plaza que mantuvo hasta su muerte.

Rodrigo Díaz de Vivar nació en Vivar en 1043 y falleció en Valencia el 10/07/1099. Su padre, el infanzón, Diego Laínez era hijo de Flaín Muñoz, conde de León, y emparentado con Laín Calvo, uno de los “jueces” más antiguos de Castilla. Su madre era una dama de la alta nobleza castellanoleonesa, hija del conde de Oviedo don Diego Fernández. Diego Laínez se alejó del núcleo familiar para buscar fortuna, y la halló en el valle del Ubierna, destacando durante la guerra en Navarra el 1054 con Fernando I, al arrebatar a los navarros los castillos de Ubierna, Úrbel y La Piedra. Pese a ello, su ascendencia no se contaba entre la nobleza castellana, ni perteneció a la corte, quizás porque su familia había caído en desgracia a principios del XI, al sublevarse contra Fernando I. En cambio, sí que pertenecía a la alta nobleza la familia materna, pues el abuelo materno del Cid, Rodrigo Álvarez fue teniente de cinco alfoces, y su hermano Nuño desempeñó las tenencias de Amaya y Carazo.

El matrimonio tuvo tres hijos, Diego, Cristina casada con el infante navarro Ramiro Sánchez de Mozón (un hijo de este matrimonio sería García Ramírez, rey de Navarra), y María casada con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III (las dos hijas de este matrimonio, María y Jimena casaron con el conde de Foix y el conde de Besalú respectivamente).

Su vida trascurre entre los reinos de taifas 1031-1090 (disueltas por el líder almorávide Yusuf Ibn Tasufin) y los comienzos de la invasión almohade en 1146. Eran tiempos en los que se sucedían las aceifas y razias. Las aceifas son ataques sorpresas contra los cristianos, que duraron hasta las Navas de Tolosa (1212). Por su parte las incursiones cristianas en territorio musulmán se denominaron razias.

El Cid quedó huérfano en 1058 y fue educado junto al infante Sancho, primogénito del rey Fernando I. Con los años fue armado caballero y compartió su primer combate acompañando al infante Sancho, enviado por su padre a Zaragoza para cobrar las parias, cuando el rey aragonés Ramiro I (murió en la batalla), hermano de Fernando I, estaba atacando Graus en 1063. Sancho acudió en ayuda de su tributario al-Muqtadir (mando construir el palacio de la Aljafería) que murió poco después, quedando su reino repartido entre sus dos hijos, Almutamán rey de Zaragoza, y Almundir rey de Lérida. El control de Zaragoza paso a Castilla, en la primera actuación sobresaliente del Cid.

Al morir Fernando I el 27/12/1065 repartió su reino entre sus tres hijos varones (a Sancho le dio Castilla y el reino moro de Zaragoza, a Alfonso el reino de León, y a García el de Galicia y Portugal). También legó a cada uno de ellos el protectorado de los reinos andalusíes y sus parias. Sancho inició su reinado como Sancho II de Castilla, y nombró al Cid alférez real o portaestandarte, como premio a su entrega en la batalla de Graus.

El Cid participó en la guerra de los “Tres Sanchos”, que enfrentó a Sancho de Castilla, Sancho Ramírez de Aragón, y Sancho IV de Navarra, por el domino de unos castillos que se disputaban los reyes de Castilla y Navarra. Tras la victoria, en 1066, contra el navarro Jimeno Garcés, además de apropiarse de los castillos  de los Montes de Oca y Pazuengos, el prestigio del Cid se incrementó, tomando el sobrenombre de Campeador.

El Cid participó activamente en los territorios fronterizos con Zaragoza, e inició la pugna por devolver la hegemonía territorial a Castilla, ya que Sancho y Alfonso, de común acuerdo, iniciaron las maniobras para desposeer de su reino a García. El Cid al mando de las tropas castellanas se enfrenta a las gallegas en la batalla de Llantada a orilla del Pisuerga (19/07/1068), y finalizó en 1071 quedando repartida entre ambos monarcas.

Sancho fue coronado rey de León el 12/1/1072, incluida Galicia. A finales de año, un grupo de nobles leoneses descontentos, se agruparon en torno a doña Urraca, hermana del rey, apoyada por los partidarios de su hermano Alfonso, y se alzaron contra él en Zamora. Sancho acudió a sitiarla, pero durante el asedio, el domingo 7 de octubre, el caballero zamorano Vellido Dolfos penetró en el campamento y asesinó a Sancho (el Cid con un grupo de fieles, acompañó el cadáver hasta el monasterio de Oña). Ante el magnicidio el Cid, conocedor de los amores incestuosos entre doña Urraca y Alfonso, pensó que se trataba de una intriga para restaurar a Alfonso al trono, por lo que le tomó juramento de expurgación antes de reconocerle vasallaje, como exigía el Fuero Juzgo, en la iglesia de Santa Gadea. Después Pedro Ansúrez, conde de Carrión, y los Beni Gómez ocuparon los puestos principales en el gobierno del nuevo monarca. Las cuestiones hegemónicas se dirimieron en la batalla de Golpejera cerca de Carrión (1072), cuando Alfonso se vio obligado a buscar refugio en la corte musulmana de Toledo, taifa protegida por Fernando.

En el 1073 Alfonso ordenó al Cid que interviniese en los conflictos que había entre el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña y los habitantes de Orbaneja, siendo su primer contacto con el cenobio castellano.

La obligación del señor era gestionar un buen matrimonio a sus vasallos y Alfonso le procuró el enlace con su sobrina, Jimena Díaz hija de Diego, conde de Oviedo, y hermana de otros tres condes, y biznieta de Alfonso V, abuelo de Alfonso VI. El matrimonio se celebró el 19/07/1074, en el documento de arras (en el archivo de la Catedral de Burgos) Rodrigo otorga a Jimena la mitad de todos sus bienes, dicha mitad comprendía cuatro villas íntegras y parte de otras 39 sitas entre Burgos y Torquemada.

El 13/03/1075 el Cid acudió en representación del rey, como juez en dos famosos pleitos, uno entre el obispo (Arias Cromaz) y el conde Vela Ovéquiz, y otro entre los infanzones y el mismo obispo de Oviedo demostrando un gran conocimiento de las leyes, en especial del Fuero Juzgo.

En 1076 participó en las batallas castellanas recuperando la Rioja alavesa y los señoríos de Vizcaya y Guipúzcoa para Alfonso.

En 1079 Alfonso envía dos embajadas a cobrar las parias anuales, una presidida por el Cid a Sevilla (Al-Mutámid), y otra dirigida por el conde García Ordóñez (uno de los garantes de las capitulaciones matrimoniales de Rodrigo y Jimena) a Granada. Ambos reyes taifas estaban en pugna, y el de Granada, aprovechando la presencia y auxilio de la embajada de Alfonso, penetra en los dominios del taifa sevillano. El Cid les envió cartas rogándoles que por respeto al rey Alfonso dejaran los ataques, pero ellos confiando en su superioridad numérica continuaron su avance saqueando ciudades hasta alcanzar el castillo de Cabra. Rodrigo parte de Sevilla y vence al ejército granadino, apresando al conde García Ordóñez. Este en venganza no dejaría de acusar al Cid ante el rey de haberse quedado con parte de los regalos del rey de Sevilla.

En 1080 y como prueba de su fama en el reino, el Cid asistió al concilio de Burgos, en el que Alfonso decidió aceptar los Dictatus Papae de Gregorio VII, y adoptar el rito romano en detrimento del mozárabe.

En 1081 una partida andalusí se adentró por tierras sorianas y atacó Gormaz obteniendo un gran botín. Al enterarse Rodrigo, sin esperar órdenes del rey, persigue a los atacantes penetrando en el reino toledano, y volviendo con unos 7000 cautivos. Pero de nuevo este episodio se presenta al rey como una traición para provocar a los musulmanes. El rey desterró al Cid y le confiscó sus posesiones. Este partió al exilio acompañado con su mesnada hacia San Pedro de Cardeña, donde estaba Jimena y sus tres hijos. Luego se dirigió a Barcelona, donde gobernaban dos condes hermanos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II (el Fratricida), pero no vieron oportuno aceptarlo, y se encaminó a la taifa de Zaragoza a ponerse a las órdenes del rey al-Muqtadir que le acogió de muy buena gana, pensando que sus servicios podrían ahorrarle las parias que venía pagando a los cristianos desde hacía más de veinte años a Castilla, Aragón y Barcelona, además de las luchas que mantenía con su hermano Al-Múndir rey de Lérida, Tortosa y Denia quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y el rey Sancho Ramírez de Aragón. Al-Muqtadir temiendo un ataque, envió a Rodrigo a supervisar la frontera cercana a Lérida, y en otoño de 1082 inspecciona Monzón, Tamarite y Almenar, y toma el castillo de Escarp. Al-Múndir y el conde Berenguer ponen sitio al castillo de Almenar (al poco de acceder Al-Mutamán al trono) obligando al Cid a regresar. Tras negociar infructuosamente con los sitiadores, el Cid los atacó y derrotó, pese a su inferioridad numérica (apreso al conde de Barcelona).

En 1082 el alcaide del castillo de Rueda se substrajo a la obediencia de al-Mutamid y ofreció la fortaleza a Alfonso, este acudió a tomar posesión el 6/1/1083, pero sus fuerzas cayeron en una celada, llegando a peligrar su vida. Rodrigo, que se encontraba por Tudela, al tener noticia del desastre acude en auxilio de Alfonso, que lo recibe de buen grado y lo invita a regresar con él a Castilla, pero el Cid regresa a Zaragoza, y al poco de llegar muere su rey (1084) dividiendo el reino entres sus dos hijos, al mayor Yusuf al-Mu’tamin le deja Zaragoza protegido por Rodrigo, y al menor al-Hayib el reino de Denia, Tortosa y Lérida, apoyado por Berenguer Ramón de Barcelona y Sancho I Ramírez de Aragón.

La campaña de Rodrigo en tierras de Morella del rey al-Hayib, contribuyó a estrechar los lazos con el de Aragón, hasta el punto de que deciden ir a tierras de Morella para acabar con el Cid. La batalla tuvo lugar el 14/8/1084 y dio el triunfo total al Cid, haciendo prisioneros al obispo de Roda Raimundo Dalmacio, al conde Sancho Sánchez de Pamplona, y al conde Nuño de Portugal.

El 25/5/1085 Alfonso incorpora a su territorio el reino musulmán de Toledo. Los reyes de taifas piden ayuda a los almorávides africanos, y el 23/10/1086 Alfonso sufre una gran derrota en Sagrajas, lo que propició la reconciliación del Alfonso con el Cid en la primavera de 1087, a quien concede siete alfoces: Dueñas, Ordejón, Briviesca, Ibia, Campoo, Iguña, y Langa, así como de todos los territorios que pudiese conquistar en Levante. Este mismo año pasó por Zaragoza, donde se reunió con Almustaín y juntos se encaminaron hacia Valencia, hostigada por el viejo enemigo de ambos, al-Mundir de Lérida. Tras asegurar a al-Qadir la protección de Alfonso, al-Mundir ocupa la plaza fuerte de Murviedro, amenazando de nuevo a Valencia. El Cid volvió a Castilla (1088) para explicar la situación a Alfonso, tras lo cual Rodrigo partió con un nutrido ejército a Murviedro, y al llegar vieron que Valencia estaba cercada por Berenguer Ramón II, pero tras negociar se retiró sin entablar combate. Rodrigo empezó a cobrar para sí en Valencia y en los restantes territorios levantinos los tributos que antes se pagaban a los condes catalanes o a Alfonso.

En 1088 Alfonso adueñado de Aledo, amenaza las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, lo que, unido a la actividad del Cid en levante, provocó que los reyes de taifas pidieran ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf ben Tashufin, que acudió a comienzos del 1088 y puso cerco a Aledo. Al enterarse Alfonso de la situación, partió en auxilio de la fortaleza asediada y envió instrucciones a Rodrigo para que se reuniese con él y atacar a los almorávides. El encuentro entre las tropas de Alfonso y del Cid debía producirse en la zona de Villena. El Cid montó su campamento en Elche en 1089, pero ambos ejércitos no se encontraron, lo que fue aprovechado por los enemigos de Rodrigo para culparlo de traición y de haber abandonado al rey. Alfonso lo condenó de nuevo al destierro, le expropió sus bienes y apresó a su mujer e hijos, bajo la acusación de conspirar contra el rey. El Cid envió en su descargo cuatro juramentos de exculpación, y consiguió la libertad de su esposa e hijos. En 1089 el Cid ataca el castillo de Polop apoderándose del tesoro del rey moro de Denia y arrasa desde Orihuela hasta Játiva. Al llegar el verano se instala en la huerta de Valencia y comienza a someter a los alcaides de las fortalezas vecinas al pago de las parias.

En la primavera de 1090 Berenguer Ramón con un inmenso ejército, hace refugiar al Cid en las montañas de Morella, seguido por el conde catalán, hasta el Pinar de Tévar. El combate acaba con la derrota de Berenguer II que cayó prisionero de Rodrigo con otros 5000 guerreros más, obteniendo un valioso botín entre el que se encontraba la espada “Colada”. La libertad del conde y la de Giraldo Alamán costó 80.000 monedas de oro. Poco después los dos enemigos, el conde barcelonés y el Cid establecen un pacto por el que el primero renuncia a intervenir en dicha zona, dejando a Rodrigo las manos libres para actuar en lo sucesivo.

En 1091 los musulmanes toman Córdoba, Almería, Badajoz y Sevilla, pero dicha expansión queda interrumpida por el Cid en Valencia. La reina Constanza que deseaba reconciliar al Cid y su esposo, le comunica que el monarca proyectaba una operación sobre Granada, sugiriéndole que se sumara a la campaña. Rodrigo partió con su mesnada acompañando a la hueste real (en campamentos separados). La expedición no alcanzó sus objetivos y el resentimiento de Alfonso contra Rodrigo se desató de nuevo, y organizó una coalición para acabar con él. La muerte de al-Qadir (1092), a manos de los almorávides dejó sucesor a su hijo Yusuf al-Qadi, pero fue el Cid quien asumió el control de la ciudad durante cinco años, firmando pactos con el conde de Barcelona y con Alfonso en los que garantizaba la protección de la plaza para la causa cristiana a cambio de la no intervención, cuestión que ambos gobernantes, temerosos tanto del poder del Cid como del almorávide aceptaron gustosos.

En mayo de 1092 Alfonso en coalición con Ramon Berenguer, Sancho Ramírez y 400 naves de Génova y Pisa intentan apropiarse de Valencia, pero fracasan por falta de coordinación y porque el Cid había abandonado la ciudad, en manos de al-Cádir, hacia la comarca de Borja, desde donde envió un mensaje al rey proclamando su inocencia y fidelidad, aunque desencadenó una terrible represalia contra la Rioja, gobernada por su rival y enemigo el conde García Ordóñez, asolando y saqueando las tierras de Calahorra y Nájera, y desde Alfaro hasta Haro. Al llegar a Morella, Almundir temió la ruptura del tratado establecido y se alió de nuevo contra Rodrigo con el conde de Barcelona. El encuentro tuvo lugar en Tévar, y allí Rodrigo derrotó por segunda vez a las tropas de Lérida y Barcelona, y volvió a capturar a Berenguer Ramón II. Había llegado para Alfonso la hora de rendirse a la realidad y sin dudarlo envió al Cid su perdón y le devolvió todos sus bienes. El Cid se alegró sobremanera y a partir de 1092 ya nunca más se alteró la concordia entre Alfonso y Rodrigo. Después se dedicó a seguir cobrando los tributos valencianos y a controlar fortalezas estratégicas como el castillo de Peña Cadiella, donde situó su base de operaciones.

Los musulmanes que deseaban acabar con el gobierno de al-Cádir, aprovecharon la ausencia de Rodrigo para llamar a los almorávides y abrirles las puertas de Valencia, asesinando a al-Cádir 28/10/1092, y encarcelando al visir del Cid, Ibn al-Faray. Ibn Yahhaf se hizo con el poder y los almorávides enviaron un ejército mandado por el príncipe Abu Bakr ben Ibrahim Allatmuní, el cual se detuvo en Almusafes y se retiró sin entablar combate. La situación se deterioró hasta que, Ibn Yahhaf capituló ante Rodrigo el 15/6/1094, pero Ibn Wayib, cabeza del partido almorávide, se hizo con el poder aprovechando la presencia de tropas amigas en Lorca. Rodrigo decidió poner sitio a la ciudad y en Rayosa logró rechazar a los almorávides. La hambruna ocasionada por el cerco obligó a los valencianos a restituir a Ibn Yahhaf y se iniciaron negociaciones para la rendición en enero de 1094. Rodrigo exigió la prisión de Ibn Wayib y la entrega de un hijo de Ibn Yahhaf como rehén. Luego acusó a Ibn Yahhaf de perjuro y regicida, y lo condenó a muerte el 1/7/1095. Este año el Cid entra en Valencia, fija su residencia en el alcázar pone bajo la advocación de Santa María a la mezquita. Nombra obispo al clérigo J. Perigord, y luego es confirmado por el papa Urbano II. Desde entonces, el Cid adoptó el título de “Príncipe Rodrigo el Campeador” y el tratamiento árabe de sídi «mi señor», origen del sobrenombre de Mío Cid o el Cid, con el que acabaría por ser conocido.

En octubre de 1904 el emir mandó un segundo ejército mandado por Abu Abdalá Muhammad llegando hasta Quart de Poblet, pero la mañana del 24/10/1094, tras una emboscada tendida durante la noche, y presas del pánico se dan a la fuga abandonando un inmenso botín. En 1095 caen la plaza de Olocau y el castillo de Serra. El Cid, con la ayuda del rey Pedro I de Aragón, derrota a la última expedición almorávide en vida de Rodrigo, en la batalla de Bairén en enero de 1097. Mientras se ocupa Alcira (15/8/1097), Almenara, el breve dominio de Murcia (mayo de 1098), se toma la capital del taifa de Murviedro (24/6/1098), y el refuerzo del castillo de Peña Cadiella, Alfonso es vencido en Consuegra (1098), donde pierde la vida el único hijo varón del Cid, Diego Rodrigo de Vivar. De vuelta a Valencia, tras la intensa actividad guerrera y una grave enfermedad padecida años antes, en Daroca, tenía minada mucho sus fuerzas al punto de que meses después de la rendición de Valencia todos apreciaban su deterioro físico. Su última conquista fue la toma de Murviedro pues el 10/07/1099 moría en Valencia por culpa de unas fiebres a los 56 años. Doña Jimena, su viuda y sucesora, defendió la ciudad durante tres años, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona (marido de su hija María), hasta que a finales de agosto de 1101 el general almorávide Mazdalí cerca Valencia durante seis meses, al cabo de los cuales Jimena solicitó auxilio a Alfonso, quien acudió en persona al frente de un ejército, y tras analizar la situación ordeno su evacuación. Entre el 1 y el 4/5/1102, el monarca cristiano y la viuda de Rodrigo abandonan Valencia, llevándose los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de San Pedro de Cardeña para posteriormente, ser enterrado junto a ella en la catedral de Burgos, donde hoy se puede visitar su tumba. Jimena murió en el 1104.


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