Sin rey vivía, libre, independiente,
el pueblo de
las ranas felizmente.
La amable
libertad sola reinaba,
en la inmensa laguna
que habitaba.
Mas las ranas
al fin, un rey quisieron,
y a Júpiter
excelso lo pidieron.
Conoce el dios
la súplica importuna,
y arroja un rey
de palo a la laguna:
Debió de ser
sin duda buen pedazo,
pues dio su
majestad tan gran porrazo,
que el ruido atemoriza
al reino todo.
Cada cual se
zambulle en agua o lodo,
y quedan en
silencio tan profundo,
cual si no
hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas
asoma la cabeza,
y viendo a la
real pieza,
publica que el
monarca es un zoquete.
Congrégase la
turba, y por juguete
lo desprecian,
lo ensucian con el cieno,
y piden otro
rey, que aquél no es bueno.
El padre de los
dioses, irritado,
envía a un
culebrón, que a diente airado
muerde, traga,
castiga,
y a la mísera
grey al punto obliga
a recurrir al
dios humildemente.
«Padeced, les
responde, eternamente;
Que así castigo
a aquel que no examina,
si su solicitud
será su ruina.»
Moraleja:…
Samaniego
Publicado en https://cebur.wordpress.com el 19 de mayo de 2020
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